Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 9 de agosto de 2018

Desde Macondo. SUEVOS, VÁNDALOS Y ALANOS


Los que tuvimos la suerte de estudiar Historia, con mayúsculas, en casi todos los cursos desde que pusimos el pie en una escuela, recordamos perfectamente las llamadas "invasiones bárbaras", que tuvieron lugar allá por el siglo V, en plena decadencia del Imperio Romano. Seguro que os suenan los suevos, los vándalos y los alanos, que no sé si vinieron en este orden, pero así es como lo aprendimos. Llegaban en oleadas sucesivas, y se quedaban donde mejor les cuadraba.
          Conquistaban a sangre y fuego, aplastando sin miramientos la cultura, el arte y la civilización que había cambiado de manos, destruyendo gratuitamente lo que les parecía, sólo por demostrar que ellos la tenían más larga. La espada. Y los pobres íberos, los habitantes de Hispania, ver, oir y callar, si en algo apreciaban su vida.
          Pues ya véis, me he acordado de los bárbaros, que seguro dormirán plácidamente sus borracheras y excesos en las páginas de mis textos de juventud, viendo las invasiones de turistas varios que se desparraman por nuestras costas, también por el interior, haciendo todo tipo de barrabasadas, como si el país entero fuera un campo listo para ser arrasado. Como si estuviéramos encantados de que nos "conquistaran" a cualquier precio. Y sí, dejarán dinero, pero no todo vale.
          No hay más que asomarse a los telediarios para comprobar, un día sí y otro también, que la "turismofobia" se va abriendo paso por culpa de los energúmenos descendientes de los suevos, los vándalos, los alanos o del mismísimo Atila.
          Ya no hablo del "balconing", que al fin y al cabo, si deciden matarse es su problema. Las macroborracheras ponen al límite la paciencia de los vecinos, los llamados "pisos turísticos" multiplican por diez su capacidad, con las consiguientes molestias para los que viven en la planta superior, o en la inferior, y tienen que trabajar al día siguiente. Y no digo nada de la suciedad que generan, de la inseguridad que produce cruzarte por la calle con estas hordas de personas semidesnudas y vociferando, sea la hora que sea, que para ellos son simplemente vacaciones.
          Los bárbaros pueden destrozar un chiringuito, tatuar su nombre en la frente de un pobre sin techo, colocar papeleras y mobiliario urbano en el centro de la calzada, lanzarles monedas a los mendigos o pintarle barba y ojos de gato a una escultura del Pórtico de la Gloria. Porque es su momento, el de la invasión.
          Claro que está bien eso de ser el primer destino turístico, que nuestra oferta y nuestros precios sean competitivos y atractivos para personas de cualquier punto del planeta. Pero hay que empezar a ser selectivos, o esto puede acabar como el rosario de la aurora. No tengo nada contra el turismo de sol y playa, pero de hecho me consta que son muchos, de dentro y fuera de Europa, los que optan por otra forma de conocer el país, precisamente huyendo de broncas y botellones.
          Afortunadamente, y hasta el momento, a los "bárbaros" no les da por la historia y la cultura, por visitar castillos, monasterios, catedrales o museos, que sería una catástrofe. Pero no estaría mal enfrentarse con mano dura a quienes, muchos siglos después, vienen a invadirnos sin miramientos.
          Se gasten lo que se gasten, que hay cosas que no tienen precio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario