Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Desde Macondo. PAZ... Y ALGO MÁS

Toca buscar, como cada año por estas fechas, el espíritu navideño que parece que todo el mundo tiene que tener obligatoriamente. Y a fuerza de buscarlo, siempre acabo encontrando algo, echando mano de la familia, de la paz, la concordia, el recuerdo de los que ya no están, y hasta en la añoranza de esas otras navidades, en las que los reyes magos reinaban de verdad y Papá Noel sólo era un anuncio de Coca-Cola.
        Pero es inútil apelar al espíritu de las navidades pasadas, que las cosas han cambiado mucho. Ya no sirve eso de gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad. Que los dioses, con el nombre que queramos ponerles, están a lo suyo, y la paz depende de demasiadas cosas.
        Hay que pedir paz, y muchas cosas más. No se trata de que mañana me toque la Lotería, que tampoco estaría mal, pero que es pecata minuta para lo que realmente quiero que me toque, que nos toque a todos. Un mundo nuevo. Que este no nos vale, y que no sirven parches; que no tiene arreglo. Es más, va a peor. Es como una mala película en la que se mezclan imágenes de mansiones fabulosas con las de inmundas chabolas, y cuya banda sonora la componen ruido de bombas, llantos y lamentos al tiempo que el tintinear del dinero en bolsillos inaccesibles.
        Hay que pedir que el suelo sea firme para todos y que del cielo vuelva a caer agua limpia y no lluvia ácida; que corran los ríos y retorne el color verde a los montes quemados, que el Mediterráneo vuelva a ser mar y no cementerio, que la nieve no abandone las cumbres, su residencia habitual, la arena no deje el desierto, su casa, e invada terreno ajeno, y el sol caliente lo justo, sin incendiar la tierra.
        Hay que pedir un mundo nuevo con otra luz, con un aire limpio, que nos deje claros  todos los males que hay que desterrar, la pobreza, la desigualdad, las guerras, las intransigencias, el creciente poder de los mercados y el poder asfixiante de los mercaderes, la tiranía de los dioses, se llamen como se llamen, que han olvidado conceptos como paz, solidaridad, generosidad, convivencia, justicia, amor…Los números, que han sustituido a las palabras, y los apuntes contables, que han acabado con la poesía.
         Quizás haya que empezar de cero. Fundar el mundo como se fundó Macondo, cuando el primer Buendía, ideó de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna vivienda recibía más sol que otra a la hora del calor. Para que todos fueran razonablemente felices. Claro que luego llegó el diluvio, y hubo epidemias, y que la compañía bananera se marchó del pueblo, y los pájaros muertos caían del cielo. Y hubo guerras. Pero fue después de muchos años de soledad.
        Ha sido bonito mientras lo escribía. Seguro que no acaban las guerras, y que seguiremos discutiendo sobre el calentamiento del planeta, y el Mare Nostrum seguirá siendo última morada de centenares de refugiados que también buscan otro mundo; y habrá ricos más ricos y pobres más pobres.
        Pero es tiempo de pedir. Y queremos paz… y muchas cosas más. Feliz Navidad.

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