Leyendo y
escuchando las cifras del paro, me ha venido a la mente, cada vez más
caprichosa (será por la edad), la definición de polisemia, casi tal y como o
aprendí de niña, allá por la Prehistoria. Una palabra polisémica es la que
tiene más de un significado. Al menos, cuando yo estudiaba, que ahora las cosas
han cambiado mucho. Aún me acuerdo de los ejemplos: cabo, como accidente geográfico, como mando militar o como final de
una cuerda; y cresta, de gallo o de
una ola; y sierra, instrumento de carpintero o sucesión de montañas, o cura, como sacerdote o remedio
médico). Y muchas más, que la lengua de Cervantes, sin recortar, es
infinita.
Y
os preguntaréis qué tiene que ver la polisemia con el tema que me la ha
recordado. Para empezar, el término “paro” también es polisémico, Acción
y efecto de cesar en el movimiento o en la acción; huelga;
Situación de quien se encuentra privado de trabajo o conjunto de todas aquellas
personas que no están empleadas porque no encuentran trabajo. El diccionario
también admite el término como el subsidio que perciben las personas que están en
situación de desempleo.
Pues
ya veis. 111.908 personas ya no
están en las listas del INEM. Por varias razones, pero, en principio, porque
han encontrado un puesto de trabajo. Y volvemos a la polisemia. Trabajo, según el diccionario, es una ocupación
retribuida; es también esfuerzo humano aplicado a la creación de riqueza (en
contraposición a capital). Puesto,
es el lugar o sitio señalado para la ejecución de algo.
Nada nos dice la RAE, que no está para eso, de tiempo, ni de salario, ni
de condiciones. Puesto de trabajo puede referirse a seis horas semanales, a
doscientos euros, a fines de semana interminables a cincuenta euros la jornada,
a minijobs, a retribución que te permite comer, o pagar el alquiler o la
hipoteca, a independizarte, a sobrevivir, a emprender un proyecto de vida, a
ser becario hasta los cuarenta y, por supuesto, a prestar servicios por debajo
de ese salario mínimo que dónde andará.
La letra pequeña nos cuenta que sólo el 8,25% de los
contratos son indefinidos. La precariedad crece a una velocidad de vértigo. Por
primera vez en la historia se han firmado más de dos millones de contratos en
un solo mes. Y hay otros números inquietantes. Uno de cada cuatro contratos
dura una semana o menos; la duración media de los temporales se acorta sobre la
de hace 10 años, 54,6 días frene a 81 días. Por cada nuevo afiliado al régimen general
hizo falta firmar 11,34 contratos.
Todo
eso y mucho más cabe en la fría cifra de reducción de los inscritos en las
oficinas de empleo. Hemos llegado al punto de cambiar el significado de las
palabras para llamar puesto de trabajo a lo que antes sería un mero
complemento, una actividad al margen para sacarse unas perrillas adicionales. A
lo largo de la Historia, han sido millones los que han prestado sus servicios
por la comida y el alojamiento, y eso también era trabajo.
La
crisis inventada que ha puesto el mundo al revés, ha cambiado también el
significado de las palabras. Hemos sustituido resignación y supervivencia por justicia y dignidad , que no admiten otro
significado.
No
son palabras polisémicas.
Triste!
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