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miércoles, 7 de junio de 2017

Desde Macondo. TRABAJO Y POLISEMIA

Leyendo y escuchando las cifras del paro, me ha venido a la mente, cada vez más caprichosa (será por la edad), la definición de polisemia, casi tal y como o aprendí de niña, allá por la Prehistoria. Una palabra polisémica es la que tiene más de un significado. Al menos, cuando yo estudiaba, que ahora las cosas han cambiado mucho. Aún me acuerdo de los ejemplos: cabo, como accidente geográfico, como mando militar o como final de una cuerda; y cresta, de gallo o de una ola; y sierra, instrumento de carpintero o sucesión de montañas, o cura, como sacerdote o remedio médico). Y muchas más, que la lengua de Cervantes, sin recortar, es infinita.
          Y os preguntaréis qué tiene que ver la polisemia con el tema que me la ha recordado. Para empezar, el término “paro” también es polisémico, Acción y efecto de cesar en el movimiento o en la acción; huelga; Situación de quien se encuentra privado de trabajo o conjunto de todas aquellas personas que no están empleadas porque no encuentran trabajo. El diccionario también admite el término como el subsidio que perciben las personas que están en situación de desempleo.
          Pues ya veis. 111.908 personas ya no están en las listas del INEM. Por varias razones, pero, en principio, porque han encontrado un puesto de trabajo. Y volvemos a la polisemia. Trabajo, según el diccionario, es una ocupación retribuida; es también esfuerzo humano aplicado a la creación de riqueza (en contraposición a capital). Puesto, es el lugar o sitio señalado para la ejecución de algo.
          Nada nos dice la RAE, que no está para eso, de tiempo, ni de salario, ni de condiciones. Puesto de trabajo puede referirse a seis horas semanales, a doscientos euros, a fines de semana interminables a cincuenta euros la jornada, a minijobs, a retribución que te permite comer, o pagar el alquiler o la hipoteca, a independizarte, a sobrevivir, a emprender un proyecto de vida, a ser becario hasta los cuarenta y, por supuesto, a prestar servicios por debajo de ese salario mínimo que dónde andará.
          La letra pequeña nos cuenta que sólo el 8,25% de los contratos son indefinidos. La precariedad crece a una velocidad de vértigo. Por primera vez en la historia se han firmado más de dos millones de contratos en un solo mes. Y hay otros números inquietantes. Uno de cada cuatro contratos dura una semana o menos; la duración media de los temporales se acorta sobre la de hace 10 años, 54,6 días frene a 81 días. Por cada nuevo afiliado al régimen general hizo falta firmar 11,34 contratos.
          Todo eso y mucho más cabe en la fría cifra de reducción de los inscritos en las oficinas de empleo. Hemos llegado al punto de cambiar el significado de las palabras para llamar puesto de trabajo a lo que antes sería un mero complemento, una actividad al margen para sacarse unas perrillas adicionales. A lo largo de la Historia, han sido millones los que han prestado sus servicios por la comida y el alojamiento, y eso también era trabajo.
          La crisis inventada que ha puesto el mundo al revés, ha cambiado también el significado de las palabras. Hemos sustituido resignación y supervivencia  por justicia y dignidad , que no admiten otro significado.
          No son palabras polisémicas.

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