Distopía:“Representación imaginaria de una
sociedad futura con características negativas que son las causantes de
alienación moral”. No hace mucho que el término ha
entrado en nuestro diccionario, aunque en Literatura, todos tengamos en la cabeza
alguna de las grandes novelas “distópicas", como "Un Mundo Feliz", de Aldous Huxley, "1984", de Orwell o "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury.
Eran
distopías, porque, hoy por hoy, los sucesos, las situaciones y los personajes que
encontramos en nuestro día a día, en nuestro vivir cotidiano, han superado con
creces a la ficción. Estamos plenamente inmersos en un mundo en el que se
cumplen ampliamente las peores distopías del siglo XX. Un mundo feliz, con todos los avances técnicos y todas las
comodidades, pero en el que se ha sustituido la cultura por bienestar de
plástico; donde no se queman libros, como en Fahrenheit, pero tampoco se valoran ni se leen; donde el Gran
Hermano de “1984” se llama dinero,
Mercado o Sistema, pero nos domina igualmente.
En
nuestra particular distopía, hemos encerrado a los “salvajes” en campos de
refugiados, en campamentos sin condiciones mínimamente humanas; y lo mismo
hemos hecho con los pobres, con los que no llegan a fin de mes, ni tan siquiera
a inicio de semana; y con los parados, aunque lamentemos que hayan perdido su
prestación y no sepan cuándo volverán a cobrar.
Como
en las novelas distópicas, cualquier tentación de contemplar las imágenes de
dolor y llanto más allá de un simple vistazo, se atajan mirando hacia otro lado.
No, no hay “soma”, la pastilla de la felicidad, pero también hay mil y un
fármacos que nos ayudan a pasar el trago.
Voy
pasando páginas para encontrarme con una sociedad paralizada, egoísta,
inhumana, preocupada por su propia felicidad y que ha decidido sacudirse todo
lo que molesta, lo que interfiere en pasar el día sin sobresaltos, y mañana ya
veremos.
La
crisis se ha llevado por delante muchas cosas. No sólo es una crisis financiera
o económica, sino también social y de valores, También las grandes obras
distópicas salieron de situaciones difíciles, de la II Guerra Mundial. Y la crisis del petróleo en los setenta dejó su huella en
buen número de obras de ciencia-ficción que planteaban serias preocupaciones
medioambientales, planeta destruido y esas cosas.
En
las que andamos ahora. Entre el cambio climático, el poder de los Mercados, que
tumba cualquier acción política o ciudadana, el horror de los refugiados
convertidos en zombies que vagan de país a país, porque nadie los quiere…
Estamos
metidos de cabeza en la peor novela, y no es ficción. No es el tiempo circular
de Macondo. Es el día a día que nos ha tocado vivir.
Muy buen artículo....Lo malo es que se aproxima a una realidad no imaginada hace casi nada....
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