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miércoles, 2 de marzo de 2016

Desde Macondo. DERECHO A SOÑAR


Leo con horror que la ONU afirma que miles de personas pueden haber muerto de hambre en Siria durante el cerco o el asedio de zonas en las que vivían medio millón de personas. Pero me horroriza más el comentario del responsable de recursos humanos de Naciones Unidas que hace tal reflexión: "Está absolutamente prohibido matar de hambre como arma de guerra”.

Entretenidos como estamos en levantar vallas, o en decidir si “colocamos” a unos centenares de pobres refugiados, si a ti te colocan 58 y a mi 122, no nos detenemos a analizar todo lo que de cruel, de inhumano, de irracional, tiene el asunto. No estamos matando el ansia por llegar a un mundo mejor, ni la búsqueda de la felicidad o de la tranquilidad; no estamos deteniendo con vallas o concertinas, con ejércitos, patrulleras marinas o gases lacrimógenos a quienes esperan un mundo mejor para sus hijos, a quienes buscan un futuro sin sobresaltos.

Estamos matando el derecho a soñar. A no morir de hambre.

Pero estamos en nuestras cosas. Nos estremece, como una rápida sacudida eléctrica, la imagen de un niño helado y lloroso agarrado a una valla, da igual en Austria que en Macedonia; o la del pequeño que se aferra a una periodista mientras busca a su familia, perdida entre los gases de una carga policial. Un segundo. Tan corto que no nos da para pensar que igual huyen del hambre, además de huir de las bombas. Que igual han soñado con paz y comida y que, a este lado del mundo, también les negamos ese derecho.

Los que ahora chapotean en el barro, los que se hacinan bajo plásticos y estufas improvisadas en latas viejas, han debido soñar,  antes de toparse con la realidad, con un mundo en el que  muerte y el dinero no sean los que mandan; en el que la guerra no sea los inocentes y los pobres, sino contra la pobreza, en el que la comida no sea para unos pocos, sino para quienes necesiten comer para no morir de hambre. Seguro que han soñado con sueños sin interrumpir por el ruido de las bombas o de las tripas vacías, por el llanto de los niños, por el trueno de la tormenta o el agua helada buscando los huesos.

Seguro que han soñado con un mundo en el que tengan derecho a soñar, y hete aquí que llegamos nosotros con la guadaña, dispuestos a matar todos los sueños. Ya hemos echado un vistazo al Telediario. Ya tenemos la ración diaria de salvamentos en el Egeo, de lágrimas y mocos, de padres y madres desesperados embistiendo la valla de turno… Y a otra cosa. A ver qué pasa con el “Brexit”, que nos va la vida en que Inglaterra se quede en la Unión Europea. O cuándo tendremos Gobierno. Cuándo se arreglará el país, si habrá o no nuevas elecciones. Nuestras realidades de cada día.

Hace mucho que no soñamos y, en cualquier caso, las declaraciones de derechos humanos de la ONU, las de 1948, cuando la constitución, y la posterior, un cuarto de siglo después, no incluyen el derecho a soñar.

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