Como la ocasión lo requiere, por lo
“fino” del término y la altura del personaje que lo pronuncia, he pasado del
diccionario de la Real Academia, mucho más de andar por casa, y me he ido
directamente a la Wikipedia, que te responde a estas cuestiones con mucha más
propiedad. Mierda (del latín merda) es una expresión generalmente malsonante y polisémica,
y usada principalmente en el lenguaje coloquial
Merde,
es lo mismo, pero en francés, que es más chic.
Qué
el calificativo sea hacia un periódico, o que quien lo emplea sea nada menos
que la Reina de España, es lo de menos. Lo importante es que se dice en
francés, en la que ha sido durante siglos lengua de la diplomacia, la que se
hablaba en todas las Cortes, la utilizada por los zares de Rusia y por las
familias de más rancio abolengo de todo el mundo. Por no hablar del lenguaje del amor, la Costa
Azul, el paté y el champagne, el Prêt-á-porter o la Haute couture.
Todo muy a nuestro alcance, como
podéis ver. Tan cerca como lo están los Reyes de sus súbditos. En otra galaxia,
vamos. Dentro de la gravedad que supone que una Reina bromee con sus amigotes
imputados por un fraude que nos ha costado pagar a todos, subyace algo
infinitamente más grave, y es la amarga certeza de comprobar que somos eso,
súbditos. Que la condición de “ciudadano”, que tanta sangre costó precisamente
en la Revolución Francesa, es algo que no va con ellos, que está en los papeles
que nos obligan a mantenerlos, y a hacerlo a cuerpo de rey, pero nada más.
No pueden ser como nosotros, que
nos escandalizamos porque se hayan gastado, con una tarjeta black, decenas de
miles de euros en Loewe, Prada y Louis Vuitton o en restaurantes a los que no
podríamos ni acercarnos. Y que son su hábitat natural, como lo son de sus
amigos, de sus “compis yoguis”, de sus
cheries amis, con los que hablarán en français ante una taza de café au lait o
de Moët & Chandon. Lo demás…Merde.
Da igual que haya cinco millones de
parados, que gran parte de ellos no cobren nada, que la tercera parte de la
población bordee el umbral de la pobreza, que seamos el país más desigual del
mundo. No entienden el español, porque hablan en francés.
Me viene a la cabeza el episodio
protagonizado por María Antonieta, reina francesa, que ante la protesta del
pueblo a las puertas de su palacio preguntó qué le pasaba a esa gente. Cuando
le respondieron que la gente no tenía pan, dijo eso de “pues que coman
pasteles”.
Y lo dijo en francés, por supuesto.
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