Es curioso. Creo que no
podría recordar más de dos o tres nombres de las mujeres asesinadas en lo que
va de año, y son muchas. Casi dos decenas. Tal vez sea porque los periódicos
las despachan en una columnita con el título de “Nuevo caso de violencia de género”, y en eso nos quedamos, salvo
que haya algún detalle truculento, que estén los hijos delante, que le haya
dado 45 puñaladas, o algo así, que nos haga detenernos unos segundos más.
No sabemos casi nada de
ellas, empezando por el nombre, claro. Ignoramos sus sueños, sus ilusiones, su
proyecto de vida, sus problemas, sus soledades y sus compañías. Tampoco hacemos
mucho por averiguarlo, mientras conocemos la vida y milagros de otras, que están siendo noticia recurrente en estos
días. Y que no son mujeres de a pie.
No son las asesinadas.
Cuando nos referimos a
mujeres-noticia no hablamos de las trabajadoras o desempleadas, de las
supermadres que a duras penas pueden compaginar su vida laboral o familiar; ni
de las desahuciadas, ni de las que han vuelto a casa tras el espejismo de la
emancipación, ni de las jóvenes y sobradamente preparadas que se aferran a un
mini job con mini sueldo en hamburgueserías de Alemania o de Inglaterra; ni de
aquellas a las que les quita el sueño pensar qué van a poner en la tartera de
su hijo al día siguiente, o cómo llenar la olla familiar.
Ni de las asesinadas.
Las protagonistas son
otras. Es la señora Urdangarín, a punto de convencernos de que no sabía nada;
es la exalcaldesa de Valencia, escondida mientras sigue cobrando religiosamente
su sueldo; es la Aguirre y su saga-fuga. Y ese trío enloquecido de León, madre,
hija y amiga que acabaron con la vida de otra mujer… De ellas, de Elena, Rita,
Esperanza, Montse o Triana, conocemos todo, y más porque no queremos. No son
noticia de una columna y en página impar. No son noticia de relleno. Son
titulares a cinco columnas, con foto y artículo de opinión complementario.
Aunque no haya nada
nuevo que decir, aunque sepamos a ciencia cierta que nos engañan, que nunca
sabremos de dónde vino el dinero, de dónde sacan p’a tanto como destacan. Ellas
son las mujeres noticia.
Las otras, las muertas,
no tienen ni nombre, si acaso, para englobarlas a todas cuando a alguien se le
ocurre recordar que necesitamos un gran pacto de Estado sobre la violencia de
género. Que tampoco sé muy bien qué significa. Pero algo hay que hacer. De
momento, me retiro a meditar a Macondo con sus mujeres mágicas, con Úrsula, que dirige con mano de hierro a siete
generaciones de Buendías; con la
exuberante Petra, la vida en mayúsculas, con Fernanda
del Carpio; con Santa Sofía de la Piedad, que sólo existe en el
momento preciso; con la cándida prostituta Eréndira
y su abuela desalmada, con Amaranta que
muere virgen, y con Remedios, que asciende a los cielos tras haber llevado a la
muerte a todo varón que la pretendiera. Con mujeres de verdad, aunque no sean
noticia.
Ni siquiera cuando las
matan.
miércoles, 17 de febrero de 2016
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Sí, es mejor seguir con las mujeres de Gabo...
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