O tal vez debiera titular con ¡Alehop!, puesto que vamos a
hablar de títeres y titiriteros. O recordar el entusiasmo de Lorca y sus chicos
en La Barraca, cuando aún no imaginaban hasta qué punto su trabajo iba a ser
criticado "como instrumento de propaganda" del Gobierno de la Segunda
República. Y antes de que las críticas se convirtieran en sabotajes
organizados, acabando con las esperanzas y las ilusiones.
Pero la primera intención es la que vale, y nada más
enterarme del incalificable-por muchas razones-asunto de los titiriteros de
Madrid, me vino a la cabeza la voz de trueno del maestro Fernán Gómez en su
Viaje a Ninguna Parte, porque ahí es dónde vamos. A ninguna parte.
No va a ninguna parte un país empeñado en convertir cualquier anécdota, por
mínima que sea, en una amenaza grave para romper España, para aleccionar a los
niños en el camino del comunismo y el odio a la patria, o para debilitar gobiernos contrarios a los
intereses de los de siempre.
No va a ninguna parte quien, a la primera de cambio, encuentra
excusa para dar un hachazo a la libertad de expresión, y encima se vanagloria
de ello. Ni los jueces que acogen encantados las denuncias más peregrinas, o
los "palmeros" que hacen de altavoz, a todo volumen, de la historia,
sin conocer siquiera el argumento.
Dos titiriteros a la cárcel. De locos, pero mucho más si
tenemos en cuenta que lo que se está juzgando, lo que los ha llevado a prisión,
ocurría dentro de la ficción de la obra de
guiñoles. La supuesta apología del terrorismo es una
pancarta que, en la obra, un policía coloca a la protagonista, inconsciente
tras ser golpeada, para sacar una foto y elaborar la acusación contra ella. Ya
está. Un guión cualquiera propio de cualquier serie de las que pasan varias
docenas por semana en la tele.
Y de repente...¡Alehop! Hemos cambiado de protagonista.
Tenemos acusados con más "chicha" que una muñeca de cartón piedra, y
además darán mucho más juego. Dónde va a parar. No cabe ninguna duda de que la función
en cuestión era inapropiada para un público infantil. El hecho de que fuera
programada para niños y niñas es un error por el que deben responder los
responsables, y hasta dimitir, si fuéramos dados a conjugar este verbo en este
país.
Ahora bien, de ahí a encarcelarlos por enaltecimiento del
terrorismo va un abismo que nos pone los pelos de punta. Hemos cruzado la raya,
y jugar con la verdad, con la libertad de expresión y con la libertad de los
creadores-autores-titiriteros de usar la ficción para contar las historias que
consideren oportunas, es algo que afecta a la esencia misma de la democracia.
Que ya no es broma. No es teatro.
No podemos esperar sentados a que caiga el telón de las
libertades, y las manos que manejan las cuerdas nos conviertan a todos en
títeres..
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