Suenan
tambores de guerra y el ruido ensordecedor tapa-de momento-el resto de los
sonidos. El sonido de la crisis, el de las corrupciones, el drama de los
parados, los lamentos de la solidaridad y la justicia heridas de muerte, el de
la democracia enferma…
Todo calla ante
la guerra. Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes armas
si no son las palabras. No hay más palabras en el diccionario, ni más colores
n la paleta que el negro de la noche, del humo y de la pólvora, el rojo de la
sangre, el verde de los soldados y el brillante plateado de los aviones.
Condenando todo lo que de condenable y horrible tienen los sangrientos
atentados de París, y dando por sentado que no sé nada de estrategias, no
alcanzo a entender las llamadas a la guerra, cuando no nos enfrentamos a un
enemigo convencional, a un ejército como los de toda la vida, con su
territorio, sus fronteras, sus soldados. Con sus muertos civiles y sus daños
colaterales.
No sé qué saben y conocen los sesudos servicios de Inteligencia del mundo
occidental que les permita creer que la guerra es la solución y que cuantos más
países nos apuntemos a ella, mejor. Y no quiero ni pensar en las miles de
personas atrapadas en medio del fuego cruzado.
Nos han sacudido las entrañas los muertos de París. Las mismas entrañas que
estaban relativamente tranquilas mientras se masacraba a civiles indefensos,
mientras se acumulaban miles de víctimas, millones de desplazados y refugiados
que sólo han merecido unos segundos en el telediario, y eso si había alguna imagen
impactante que echarse a la cámara, tipo niño entre ruinas humeantes o similar.
O ejecuciones salvajes. Así durante meses y meses, ante la impasibilidad de la
ONU.
Pero ahora
suenan tambores de guerra. Alguien ha decidido que es el momento aunque el
resultado sea incierto, o peor aún, esté lleno de certezas.
El
Coronel Aureliano Buendía que promovió 32 guerras civiles y las perdió todas,
llegó a una conclusión, "no imaginaba
que era más fácil empezar una guerra que terminarla”. En su
soledad infinita, "cuando se recibían noticias de nuevos triunfos y se proclamaban con
bandos de júbilo, él medía en los mapas el verdadero alcance, y comprendía que
sus huestes estaban penetrando en la selva, avanzando en sentido contrario al
de la realidad."
En el mismo
sentido que avanza esta guerra en la que el mundo se embarca ahora, y que será
difícil terminar. Tristes guerras.
Ya veremos a ver por donde sale todo esto,de momento ya estamos introduciendo la amenaza bacteriologica y esto me suena a la que tubimos no hace mucho tiempo.un saludo Maria Angeles.
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