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miércoles, 15 de julio de 2015

Desde Macondo. EL RETRATO

Trece años y cinco ministros después, el retrato de Don Miguel de Unamuno pintado por Gutiérrez Solana ha desaparecido del despacho principal del Ministerio de Cultura (sí, de Cultura), y se encuentra a la espera de encontrar acomodo en lugar menos noble.
           No sé si el padre de San Manuel Bueno y Mártir, de Niebla, de la Tía Tula o la Vida de Don Quijote y Sancho se encontraba cómodo en tales dependencias; si hubiera tronado otra vez su voz con ese “Venceréis, pero no convenceréis”, que le espetó al general Millán Astray en plena Guerra Civil o si, vencido por la edad, se limitaría a mirar resignado las atrocidades para con la Cultura que han salido de ese despacho en los últimos años.
           Pero no deja de ser un gesto que el recién nombrado ministro, hombre de rancio abolengo, IX barón de Claret, hijo de una condesa, emparentado con los Borbones y con el marqués de Esquilache, el del motín, haya mandado retirar, en el minuto uno de recibir la cartera ministerial, el famoso retrato que, por otra parte, y sin que yo entienda nada de pintura, es una obra maestra. Tengo curiosidad por saber qué pintura va a sustituir a Don Miguel ¿Será uno de sus nobles antepasados? ¿Un rey? ¿Una batalla que diera gloria a sus apellidos? Méndez de Vigo y Montojo. Ahí es nada. Igualito que Santos Martínez…
           Ni siquiera Wert, y mira que ha cometido atrocidades, se ha atrevido a descabalgar a Unamuno de la pared del despacho ministerial. Tal vez no fuera por el personaje, y sí por el pintor, máximo exponente del expresionismo español, de pintura un tanto negra, feísta, sin adornos. De hecho cuentan que sus cuadros incomodaban tanto que en una exposición a la que acudió el rey Alfonso XIII  colgaron sus obras detrás de una puerta para que el monarca no las viera.
           Pero no es el caso que nos ocupa, que Don Miguel de Unamuno está perfectamente retratado, con el pelo un tanto alborotado, y en el tramo final de su vida, pocos meses antes de su muerte. En esta tierra de muchos y buenos escritores puede el señor ministro encontrar otros que lo igualen, por supuesto. Y que adornen convenientemente la pared. También.
           Habrá una explicación. Seguro, y me tendrá que convencer porque, parafraseando al escritor que nos ocupa, “para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”. Ya no hay guerra. Cierto, pero son estas batallas las que dejan vencedores y vencidos, las que retratan a una persona, a una época, la que nos ha tocado vivir, y al General que no proclama Viva la Muerte, pero asesta golpes mortales a la Cultura.
           Aunque sea con el simple gesto de retirar un retrato.

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