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jueves, 2 de abril de 2015

Desde Macondo. UN MUNDO INEVITABLE

Curiosa la imagen que ha puesto fin a la reunión del Foro Social celebrada en un Túnez aún en shock por el atentado del Museo del Bardo. Una multitudinaria manifestación en la que caminaban juntos marroquíes y  bereberes argelinos ataviados con sus trajes tradicionales, saharauis de amplias sonrisas y tunecinos que gritaban en favor de la libertad, palestinos buscando tierra, activistas de docenas de países pidiendo justicia para los presos políticos de la mayor parte de los países del mundo, respeto por los derechos humanos  o clamando contra el calentamiento global, y hasta iraquíes que reivindicaban la figura de Sadam Husein.
En cuatro días y en un pequeño país que lucha por conservar su primavera,  se han reunido casi todas las causas del planeta con un lema más que ilustrativo: “Otro Mundo es Inevitable”. Hemos pasado del “posible”, que puede ser o suceder, al inevitable. Al que ya no se puede esquivar, llegados a este punto de insufrible desigualdad e injusticia. De la tiranía del dinero, los mercados financieros, las bolsas, las grandes empresas carentes de ética y de alma que son las que dictan las políticas y esquilman los recursos naturales, las que fijan los salarios, condenando a la pobreza o a la mera subsistencia a millones de personas, las que ponen y quitan gobiernos creándonos la ilusión óptica de que nosotros decidimos.

En Macondo nunca pasaba nada. Hasta que llegaron ellos, la Compañía Bananera. Y todo cambió, hasta el paisaje, porque abrieron bancos, construyeron barracones y hasta cambiaron el río de sitio. Ya no mandaba el corregidor, ni sus soldados descalzos. Ni tan siquiera era cuestión de conservadores o liberales. Llegó el capital, y desde entonces, fue él quien  detentó el poder político y económico. Nos suena la historia, y nos seguirá sonando.  No hay voluntad popular que pueda ponerle freno, no hay Constitución que valga. Ni años de derechos consolidados, ni vidas enteras de trabajo.
Es necesario llegar a ese otro mundo inevitable.  Yo no he elegido al señor capital, o Mercado o como se llame para que me gobierne. No le debo lealtad, ni tan siquiera respeto. Me quedo con la gente clamando en las calles sin resignarse a esperar sentada a que acabe el diluvio y con la clara conciencia de que no escampará.
Hemos esperado demasiado tiempo a ese otro mundo posible que nos prometían, y que ahora ya es inevitable, si no queremos desaparecer, como Macondo, en un pavoroso torbellino de polvo y viento.

 



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