Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 15 de abril de 2015

Desde Macondo. LOS OTROS

Que me perdone la comparación Doña Concha Piquer, que se dejaba el alma al interpretarla; o Marifé de Triana, que también la cantó divinamente, pero escuchando a Rajoy hablar de las “personas normales” me vino a esta cabecita loca de inmediato la letra del formidable dramón de Quintero, León y Quiroga: “Yo soy la otra, la otra/y a nada tengo derecho,/por que no llevo un anillo, con una fecha por dentro./No tengo ley que me abone,/ni puerta donde llamar,/y me alimento a escondidas/con tus besos y tu pan”.
         Pues nada, que soy de “los otros”, y encantada  de  pertenecer al grupo de seres humanos  raritos, de los que están en contra de la ley mordaza, a favor de la escuela pública, gratuita, y laica, de la sanidad pública y de calidad, en contra de que se desahucie a las personas; de la pobreza, y del hambre, del 21% del IVA cultural; a favor de la solidaridad y en contra de los abusos de empresas y mercados, del neoliberalismo salvaje y de la desigualdad creciente. Encantada de no ser normal. De ser “la otra”.
         E indignada porque alguien se permita echarme la bronca por querer otra cosa, por intentar salirme de la linde, porque pongan en cuestión mi amor por el país y mis aspiraciones de querer cambiar el negro panorama. De que califiquen de “experimentos” todo lo que no sea apostar por lo mismo sin rechistar. Claro que hacen falta experimentos. Los seres humanos, incluidos los raros, necesitan buscar horizontes cuando se topan con una realidad que los excluye, cuando los “normales” los dejan a un lado y se ocupan de su propia normalidad, que debe ser muy cómoda cuando se aferran a ella con uñas y dientes.
         Nadie tiene derecho, por muy presidente que sea, a relegarlos al pelotón de los torpes, de los que hay que llevar del ramal para que no se desvíen del camino. Ahora resulta que todo lo que no sea ellos es un castigo divino, que lo dijo la número 2, “Cuando los dioses quieren castigar a un pueblo les envían reyes jóvenes”. Qué lección de democracia. Hay que votar normales, maduros, que prediquen determinada doctrina, que hagan las cosas como Dios manda…
         O sufriremos castigo divino por los siglos de los siglos. Retrocederemos, no podrán pagarse las pensiones, los sufrimientos habrán sido en vano (bastante en vano lo están siendo), el futuro estará más negro que los pies de Cristo, nos invadirán las hordas rojas, o naranjas o moradas o magentas (bueno, éstas lo tienen más crudo), y la “normalidad” pasará a ser una mera referencia en el diccionario, “lo que por su naturaleza se ajusta a unas normas fijadas de antemano”.
         Sigue sonando la copla,  Con tal que vivas tranquilo, que importa que yo me muera,/te quiero siendo la otra,/como la que más te quiera”. Y a mí me siguen gustando los versos sueltos.
 

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