Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 11 de abril de 2013

Desde Macondo. POMPA Y CIRCUNSTANCIA

Llevo toda la semana tarareando la musiquilla que da título a esta humilde columna. Pompa y Circunstancia. Seguro que todos la han oído, aunque así de entrada no les suene. Piense en películas británicas, en salidas majestuosas de la Reina de su ostentosa residencia, en vestidos de Sissi emperatriz, en mantos ribeteados de armiño, en cetros de oro, en ceremonias palaciegas, en coronaciones.
         Esta marcha se escribió precisamente para la coronación de un rey británico, Eduardo VII, creo y, andando el tiempo, se sigue asociando a lo mismo, a solemnidad, a lujo sin sentido, a vasallaje, a anacronismo.
         ¿Pensaban que no iba a hablar de la Familia Real? No soy tan insensata como para pasar de puntillas por un asunto que está en boca de todos y que, por tanto, también debe estar en Macondo, aunque como todos saben, esto es una república donde gobiernan la magia y las fuerzas de la Naturaleza. Pero toca hablar de Reyes. Lo dicen las encuestas, se habla en la calle y en las tertulias; en los periódicos, en otros países… Hasta en los Juzgados.
         Lo de la infanta imputada es sólo un párrafo de un episodio de una película con final incierto. Antes hubo elefantes, y duques empalmados, y otros duques apartados, y princesas de mentira con dinero de verdad (nuestro, presuntamente), y cuentas sin contar, y patrimonios sin inventariar, y enfermedades sin baja médica, y más cosas que no caben en tan escasas líneas.
         En fin, que la pompa y la circunstancia, el brillo del satén y los destellos de las arañas de cristal de Bohemia, los saludos que tanto han practicado y tan bien les salen, ya no bastan. No basta el apelar al ¿papel? que el patriarca jugó en la Transición y que nadie cuestionaba al menos en público. Se ha sustituido por el recuerdo de quién lo puso ahí, o por las dudas sobre su herencia; ya no basta con tener un príncipe alto y guapo y sobradamente preparado, según nos cuentan quienes entienden. No quedan ya muchos de los que se proclaman “juancarlistas”, que no monárquicos. Han ido desapareciendo, por ley de vida, o se han ido desencantando, por ley del desengaño.
         Y esto hay que arreglarlo. No sé cómo. Se me ocurre que tal vez el Rey debería retirarse (que no es lo mismo que abdicar en su hijo). Y se me ocurre que, en el sistema político en que nos movemos, lo lógico es preguntar al pueblo. Pero sólo son ocurrencias.
       

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