Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

martes, 22 de enero de 2013

SÉ TODOS LOS CUENTOS

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.
(León Felipe)
 
      Bueno, pues ya está. Nos han vuelto a contar un cuento. Para que durmamos tranquilos, sin pesadillas ni monstruos de esos que visitan a los niños por las noches y desaparecen al escuchar las palabras tranquilizadoras de los padres. Los monstruos no existen, están en nuestras cabezas, pero espera ¿Ves? Aquí no hay nadie. Voy a mirar en el armario, y debajo de la cama. Y detrás de las cortinas. No hay nadie. Ha sido un mal sueño. Duérmete tranquilo otra vez.
      Y te duermes. Como si no hubiera pasado nada. Como si fuera mentira eso que has vivido en tus carnes, como si la "sombra" no se hubiera paseado por tu habitación y te hubiera echado el aliento fétido al inclinarse sobre ti, mientras te tapabas la cabeza con la almohada para no verlo.
      Pero era real. Estaba, y está, por muchos cuentos que nos cuenten y que nos creemos para seguir durmiendo. Para seguir viviendo.
      Van a hacer una auditoría. Primero interna (ahí está la trampa), y luego entregarán estos datos a auditores externos (que nombrarán ellos). Claro, que en el cuento no especifica cuánto durará cada fase, ni quienes serán los auditores, ni qué pasará mientras tanto con esos millones de Suiza.
      No sé porqué tengo la certeza de que este cuento no empieza con el "érase una vez...", sino con el "...y colorín colorado". Que ha acabado antes de llegar a la primera página y que nos quedaremos sin saber qué pasó con la princesa, o si el dragón se comió al caballero.
      No sabremos si la casa de los tres cerditos aguantará los soplidos del lobo, ni si el amor de la Bella ablanda a la Bestia, ni si ésta se convierte en un apuesto príncipe; ni si la malvada madrastra de Blancanieves se atraganta con su propia manzana envenenada, o las envidosas hermanastras de Cenicienta acaban sus días en un asilo y más solas que la una, después de intentar quitarle los novios a la pobre fregona.
      O si Caperucita se casa con el lobo y viven de la pensión de la abuela, o el flautista hace un ERE en Hamelín y acaba con las ratas, con gran congoja del Gato con Botas, que había recorrido una larga distancia para darse un festín.
     Nos van a ir dejando miguitas de pan en el camino, como hizo Garbancito, con la clara conciencia de que se las comerán los pájaros y no podremos encontrar el camino de vuelta.
     Y mientras nos cuentan el cuento, los monstruos del paro, de los desahucios, del hambre, del miedo, de la pobreza, de los salarios de hambre o de los recortes, desaparecerán de las pesadillas. Estaremos muy ocupados escuchando el cuento, esperando el colorín colorado que nos haga felices.
      Y no comeremos perdices.

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