Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 3 de enero de 2013

Desde Macondo. POR LOS ARENALES


Por ahí deberían andar ahora los Reyes, por los arenales, cruzando el desierto para traer regalos a los que esperan ansiosos su premio después de todo un  año de portarse bien. Pero ni eso es ya lo que era. Después de dos mil años llega un Papa (infalible, ya lo saben), y sentencia que sus Majestades de Oriente han perdido el norte. Que ahora son de Occidente, puesto que llegaron de al-Ándalus, es decir, de aquí mismo. Para ese viaje no hacían faltas las alforjas. Ni los camellos. Y seguro que se llamaban Abderramán, Abdul o Boabdil. Esperaremos que otro pontífice nos lo aclare.

Vengan de donde vengan, del desierto, de las selvas tropicales de Macondo o de Córdoba la Sultana, serán bien recibidos si traen oro, incienso y mirra. Ya saben, riqueza, prosperidad y aires nuevos, nuevos perfumes que aclaren este ambiente enrarecido en el que nos movemos.

Toca pedir, y este año más que nunca, porque, además de los regalos que nos merecemos, tienen que traer todo lo que nos han quitado en los doce meses que han transcurrido desde su última visita. Y viene bien que el camino sea más corto, que ya no vengan del lejano Oriente, porque no sé si los camellos podrían con todo. Con la Justicia, la Educación, las viviendas de los desahuciados, las llaves de todos los pequeños negocios cerrados, el trabajo de todos los desempleados, las prestaciones sociales, las sillas de ruedas que no pueden comprar los discapacitados, las ambulancias que tampoco pueden pagar los enfermos de diálisis o de cáncer, el dinero para pagar tasas e impuestos que siguen al alza, o para compensar los sueldos a la baja.

No sé si podrán los camellos con todos nuestros jóvenes que se buscan la vida en otros países, con los investigadores que han tenido que colgar probetas y microscopios, con el peso de la cultura que dejaron en un rincón y que reclamamos como el aire para poder seguir respirando.

Y sobre todo, no sé si habrá espacio en las alforjas para las toneladas de esperanza que precisamos. Y de ilusiones.

Sé que Sus Majestades no traerán carbón, aunque quizá no vendría mal para calentarse, vistos los tiempos fríos que atravesamos y la subida de la luz con que nos ha obsequiado el nuevo año. Sé que, como siempre, habrá juguetes y artilugios de última generación en algunas casas y en otras, pasarán de largo.

Pero había que escribir la carta. Igual se equivocan y la leen. Al fin y al cabo viene de Macondo, que no es un sitio cualquiera.

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