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miércoles, 28 de marzo de 2012

Desde Macondo. DERECHO A TENER DERECHOS

Escribo en miércoles. Antes de que estalle, como en Macondo, la huelga grande. Antes de que los trabajadores de la compañía bananera se echen a la calle, para pedir mejoras sanitarias, letrinas en sus barracones y no trabajar en domingo.
Todo muy razonable. Como en la mayoría de las huelgas. Nadie va a la huelga porque sí, por deporte, o porque le hayan engañado los pérfidos sindicalistas. O porque no sepa lo que se juega. Menos cuando la huelga es por el derecho a tener derechos.
Cuando escribo estas líneas, que ustedes verán el día de la huelga, pienso en José Arcadio Segundo, de familia bien, de los Buendía de toda la vida, que se convirtió en adalid de los huelguistas porque entendió que las protestas eran justas. De hecho, hasta el cura la apoyó, “porque la encontró de acuerdo con la ley de Dios”. Algún obispo (rara avis), ha hecho lo mismo esta semana. Es una esperanza.
Y abre las puertas al entendimiento. No puede ser tan difícil entender . que no se puede estar de acuerdo con la fórmula de desdoblar un trabajo cualificado y pagado decentemente a un trabajador de mediana edad, en cuatro "minijob" a cuatro jóvenes pagados a un cuarto de salario.
No puede ser tan difícil entender que nadie puede asumir que desmantelen sin más el mundo que conocíamos, a cambio de nada, de pensiones inciertas y de horizontes mal perfilados. Los jóvenes no ven la luz; los de mediana edad, se encuentran de frente con las tinieblas y los jubilados distribuyen como pueden su paga recortada entre subidas de luz, de IRPF y echar una mano a los hijos y los nietos.
Es una huelga contra la reforma laboral, pero también una huelga por el derecho a tener derechos. No podemos permitir que se pierda la perspectiva, que dónde debieran verse familias y situaciones humanas, sólo se vean números y balance final.
La mayoría de nosotros no entendemos nada de Mercados y primas de riesgo, no conocemos el camino hacia el déficit que exige Europa, pero sabemos de brechas, de las que se han abierto entre ricos y pobres, de las que están agrietando nuestro mundo y hay que cerrar antes de que lo partan en dos.
El plácido Macondo también tuvo una huelga. Otro día contaré los resultados. Los tribunales resolvieron que la compañía bananera no tenía trabajadores, sólo contratados eventuales y, por tanto, la empresa no vulneraba con ellos ninguna ley, puesto que no tenían derecho a tener derechos.

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