Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 15 de noviembre de 2018

Desde Macondo. SUBIR EL SUELDO

Ya estoy un poco harta de que nos amenacen con todas las plagas de Egipto, con un escenario dantesco y poco menos que con el infierno, cada vez que se habla de subir un poco, aunque sea un par de euros, el salario mínimo. Ese, que tanto molesta a los sufridos empresarios de este santo país, a las “autoridades económicas” de Europa, del Fondo Monetario Internacional o de donde sean.
          Claro que sería mejor que cada cual pagara lo que le pareciera (que nunca sería mucho, visto lo visto), y que no hubiera “suelo” en el que basarse. Y que da la impresión de que no está hecho para los ciudadanitos de a pie, para los que tienen la mala costumbre de comer todos los días, aunque sean patatas,  los que llevan los niños al cole y tienen que comprar medicamentos, los que enferman y necesitan medicinas, los que pretenden no pasar demasiado frío en invierno ni calor en verano, a pesar del precio de la luz, y los que tienen la osadía de necesitar un techo bajo el que cobijarse. En fin, todas esas cosas que hacemos los simples mortales con el único afán de molestar a los poderosos.
          Ya sé que los grandes empresarios son de otro planeta, y que ninguna “autoridad monetaria” leerá nunca estas líneas, que ya tienen sus prestigiosos economistas que les presentan sesudos estudios.
          Dios me libre a mí, que soy de letras y de pueblo, de contradecir a tan doctos eruditos. No llego a entender un cuadro macroeconómico, ni a interpretar un gráfico. Si acaso, a “echar las cuentas” que es lo que hacemos la gente de a pie. Y se las voy a echar.
          Hoy por hoy,  el salario mínimo es en España de 735,90€. Y son cientos de miles de trabajadores los que lo cobran. No voy a hablar del caso extremo de una familia con dos o tres churumbeles que tengan que vivir treinta días cada mes, algunos treinta y uno, con tan enorme cantidad. Voy a lo facilito. Pongamos el caso de una persona soltera, sin nadie a su cargo, sin vicios conocidos, alcohol, tabaco, unos días de vacaciones y una caña los domingos incluidos. Pongamos que vive bajo techo, más que nada por soportar los rigores del clima y poder rendir en el trabajo. Y que ese techo, en forma de alquiler o de hipoteca, le cuesta como muy poco 400€ (me estoy pasando de prudente). Que aunque no tiene aire acondicionado o calefacción, enciende de cuando en cuando el ventilador o un radiador. Y se calienta el café y la comida. Hasta ve la tele, que salir a la calle cuesta dinero. Ya tiene un mínimo de 100€ de luz. Digo mínimo, porque sé que me quedo corta.
          Con los doscientos euros que le restan de ese exagerado salario que sería tan dramático elevar, tiene que pagar el agua, la basura y demás impuestos, tiene que comer, pagar el transporte, sustituir los zapatos que se han roto o la lavadora que ha dicho hasta aquí llegamos. Y comprar las aspirinas, el almax y el jarabe de la tos, que no entran en la Seguridad Social. Y hacer en la Navidad que se acerca un regalo a los suyos.
          Todo eso, sin coche, seguro de la casa, sin arreglarse la boca, que ya va siendo urgente e inevitable, y sin que surja un imprevisto en forma de avería eléctrica, baño atascado o cristal roto.
          Estas son las cuentas que hay que echarles a unos y otros. Quizá es que nadie se lo ha explicado así. Quiero creerlo, porque de otra forma, sólo queda una alternativa: pensar que, directamente, no tienen alma. O que se creen señores feudales con derecho sobre la vida y la muerte de sus súbditos. A los que encima les piden que consuman, para que siga creciendo la economía. Y que ahorren o se hagan planes de pensiones privados.
           Aunque no merezcan una subida de sueldo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario