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miércoles, 4 de octubre de 2017

Desde Macondo. INSTINTOS BASICOS

Tengo la extraña sensación de llevar viendo, ininterrumpidamente desde hace varios días, uno de esos episodios de El Hombre y la Tierra con los que Rodríguez de la Fuente nos mostraba las curiosidades de la fauna ibérica. Concretamente el de la berrea de los ciervos, y en blanco y negro, por supuesto.
        Para los urbanitas, la berrea, que tiene lugar en los primeros días del otoño, o sea, ahora, es el momento en que los venados buscan asegurar la continuidad de su estirpe, marcando su territorio y enfrentándose a otros machos que quieren hacer lo propio. Por eso entre los sobrecogedores berridos, se cuela el impactante sonido de los cuernos chocando entre sí, de los topetazos que se propinan buscando una victoria que se traducirá en más hembras y más espacio vital.
        Y diréis que a qué cuento viene la berrea en este espacio. No hay ciervos en Macondo. Ni venados, que la selva húmeda y frondosa no es lugar para tan majestuosos animales. Ni la jungla de asfalto en que nos hallamos. Pero hasta aquí llega el berrido amenazante unas veces, y lastimero otras, y llega también el eco de las peleas y de los cuernos quebrándose.
        Hace mucho tiempo, cuando miraba las cosas con los ojos limpios y dispuestos para llenarse de mil y una imágenes nuevas, tuve ocasión de disfrutar del espectáculo de la berrea del ciervo. Muy cerca, tanto que daba miedo. Y mi ignorancia del mecanismo hormonal de los cérvidos se puso de manifiesto cuando el guarda de la finca me dijo eso de "no se preocupe, no la ven. Ellos están a lo suyo". Lo suyo era perpetuar su especie, luchar por su territorio y asegurarse el futuro. La explicación científica, pasa por las hormonas. Están invadidos, colonizados por ellas, y no hay nada a su alrededor que los distraiga.
        Diréis que a qué cuento viene la historia. Pero tiene moraleja, como todas. Tengo la amarga sensación de estar asistiendo a una gigantesca “berrea”, a un espectáculo donde no manda la razón, sino los instintos más básicos.
        Cierto que una parte importante de nuestra vida está regida por nuestros instintos que, conjuntamente con nuestra voluntad, de seres inteligentes, conciertan y estructuran todas las funciones esenciales para nuestra supervivencia.
        Pero en esta berrea sobran los instintos y falta la inteligencia. Unos y otros dándose topetazos entre sí sin notar siquiera que alrededor estamos nosotros los que los alimentamos, los que cuidamos la finca en la que pacen y esperamos que, a cambio, se preocupen un poco por nuestras cosas.
        Chocan los cuernos y no se oye el miedo al mañana, ni siquiera al de hoy, tan próximo. La berrea está durando ya demasiado. La explosión de hormonas ya no es algo temporal, estacional, que permite que en unas semanas las cosas vuelvan a la normalidad. Ya está durando demasiado eso de que no nos vean porque están a lo suyo    Y urge que alguien ponga cordura. Sin topetazos estúpidos ni berridos estériles. 

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