Hacer alarde público de españolidad.
Lo dice el diccionario de la Real Academia. Española, por supuesto. Y yo estoy
pensando seriamente arrancar de mi diccionario particular la página que
contiene todos los términos referidos a este país de nuestros dolores. El
principal, España, también.
O eso, o morir de sobredosis ¡Y yo que
me quejaba de tener Cataluña hasta en la sopa! Con razón, por supuesto. Pero es
que juntas, enfrentadas, mejor dicho, ya no hay body que lo soporte. Ya confundo
la enseña patria con la senyera, y las estrellas con aguiluchos; los españoles
con los españolistas y los catalanes con independentistas. Y el sentido, o el
seny, con la sensibilidad.
Son muchos días, muchas semanas,
viviendo un presente incierto lleno de tentaciones de vuelta al pasado, que la
ocasión la pintan calva para algunos, y otros, la cogen por los pelos a la
primera de cambio. Con todo lo de irracional que ha tenido el procés, creo que
ha sido aún más extraño ver brazos en alto y banderas preconstitucionales
paseando por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades. Y cuando
estábamos hasta el moño de oír Els Segadors, nos ponían de punta los cánticos
del Cara Al Sol. Sobre todo porque algunos aún lo recordamos, e instintivamente
continuábamos “Volverán banderas victoriosas…”
En fin, que parece que hemos despertado
al monstruo dormido, y veremos ahora cómo podemos hacerle volver a su caverna,
visto lo que está sucediendo en otras partes del mundo, con los neonazis
campando por Alemania y los grupos de ultraderecha haciéndose fuertes en toda
Europa, desde los muy civilizados países nórdicos a Centroeuropa, Francia y,
por supuesto, estados Unidos.
No sé cómo se dirá “españolear” en todos
esos países, pero es lo de menos. La idea, la ideología, es la misma. La guerra
de banderas, también. Las oportunidades, cualquiera, una manifestación, una
amenaza de independencia, la aprobación de una ley más o menos progresista.
Hasta el Día de la Hispanidad. Cuando
una creía que habíamos entrado en la modernidad, más o menos, que habíamos
superado los topicazos de catalán tacaño, andaluz jaranero, castellano recio,
gallego enrevesado, astures y cántabros herméticos y alguno más que se me
escapa, aparecen otra vez las dos Españas. Y así no vamos a ninguna parte.
Veréis, cuando yo era pequeña (sí, en la
Prehistoria), cuando España era una unidad de destino en lo universal y las
montañas nevadas nos separaban del resto de Europa, cantábamos en el colegio
una canción que, a fuerza de repetir, está todavía en mi recuerdo. Era, por
supuesto, una exaltación de la patria y sus bondades, divididas por regiones,
que entonces no había comunidades autónomas. Decía algo así: “España es mi
hermosa nación que en Europa está, dividida en provincias y es Madrid su capital.
Yo sé todas sus riquezas, yo lo voy a demostrar: Valencia nos da naranjas y
Toledo mazapán. Carbón nos da Asturias, los vinos, Jerez, las mantas Palencia,
la fresa Aranjuez, turrón Alicante, jamón Avilés, y si queréis paños, id a
Sabadell, aceite en Andalucía, donde abunda la aceituna..." Había más,
pero basta como ejemplo. El final era, por supuesto, Viva España, mi patria
natal.
Han pasado muchos años, muchísimos, y aquí
estamos. Españoleando.
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