No hay nada en
mi ordenador que merezca un ciberataque. Creo. Ni mi humilde persona puede ser
objetivo de los temibles piratas informáticos, que son ahora la amenaza de
moda. Pero a mi modo, y en mi medida, también me siento atacada. Por tierra,
mar y aire. Con encender la tele, la radio o asomarme a uno u otro periódico,
por no hablar de las redes sociales. Nunca ha habido tantos expertos en tantos
temas, y a la misma vez.
Eso son ciberataques, y lo demás es cuento ¿O es que
no os han atacado a vosotros los opinadores, intentando por todos los medios
haceros tragar sus teorías sobre uno u otro asunto? Y claro, como en todo, hay
opinadores amateurs, y los hay profesionales. Estos son los peores, que se
revisten de un aura pseudocientífica e ilustrada que te apabulla, y hacen que
te tragues todo lo que se les ha ocurrido esa tarde, a propósito de cualquier
cosa.
Todo este rollo de introducción viene a cuento de
que no vi el debate a tres de los aspirantes a la secretaría general del PSOE.
Pero como la carne es débil, apenas llegué a casa me zambullí en media docena
de periódicos digitales, un par de tertulias y dos o tres informativos
radiofónicos. Todos muy doctos… Y todos distintos. No creáis que por ser medios
más a la izquierda o a la derecha. Qué va.
La diferencia estaba en quien escribía o hablaba. En
el opinador. Para unos ganó ella; para otros, claramente él; incluso, en otro
medio, ganaba sin problemas el “árbitro”, como denominaban al tercero en
discordia, aunque todo el mundo sabe que un árbitro nunca gana un encuentro.
Y luego están facebook, twitter y demás. Que ya no
tienen vídeos de gatitos ni mensajes de autoayuda. Ni siquiera me piden
hortalizas para los juegos de granja no me invitan al Candy Crush. Ahora están
colonizados por docenas y docenas de comentarios, con sus correspondientes
réplicas y contrarréplicas, que los defensores de uno/a, y detractores de los
otros dos, están de lo más activo.
Pues eso, que son ciberataques de andar por casa,
pero no veáis cómo fastidian. Casi tanto como cuando hay uno de esos partidos
de fútbol que llaman “del siglo” (nunca me he explicado el apelativo, porque
hay uno cada pocos días), y se llenan los perfiles de comentarios que si el
penalti, que si el árbitro estaba comprado o el entrenador debería irse a su
casa.
Todos estamos expuestos, y no hay forma de ponerse a
cubierto, a menos que nos dé por retirarnos, en plan eremita, a una cueva de la
montaña donde el wifi no llega, ni se lo espera. Podemos esquivar los
telediarios, y quitar las pilas a la radio de la mesita de noche; pero
encontrarán la forma de atacarnos, vía wasap, con el “meme” de turno, correo,
cara libro a través de los trinos del pajarito, de los twists.
Cada
uno tirando para su lado, y todos atacando, casi sin dejarte tiempo a formarte
una opinión propia, ante la sobredosis de información. En Macondo, el coronel
Aureliano Buendía que afirmaba que “si hay que ser algo, sería liberal, porque
los conservadores son unos tramposos”, termina reflexionando que “la única diferencia actual entre liberales y
conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van
a misa de ocho".
Y
eso que no estaba “conectado”.
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