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miércoles, 3 de mayo de 2017

Desde Macondo. BIBLIOTERAPIA

Resulta que ahora está de moda usar los libros para olvidar, para recordar, para perderse o para encontrarse, para aprender, para viajar, para vivir mil vidas diferentes; que los usan los psicólogos (y no hablo de los abominables libros de autoayuda), los trabajadores sociales, los médicos en los hospitales… Como si hubiéramos descubierto América. Biblioterapia lo llaman, y es básicamente la curación o la mejora a través de los libros.
En fin, no está de más una cura de humildad, que no hemos hecho el descubrimiento del siglo. En la Antigua Grecia se colocaban notas en las puertas de las bibliotecas, advirtiendo a los lectores que estaban a punto de entrar en un lugar de curación del alma. Y el filósofo estoico Epicteto afirmaba que la lectura equivalía al entrenamiento de un atleta antes de entrar al estadio de la vida, y que su propósito final era el de alcanzar la paz suprema. En el siglo XIX, psiquiatras y enfermeras les recetaban a sus pacientes toda clase de libros, desde la Biblia, pasando por literatura de viajes, hasta textos en lenguas antiguas.
El uso de los libros como forma de curación empezó a extenderse después de la I Guerra Mundial, sobre todo en los Estados Unidos. Allí, varias iniciativas empezaron a recomendar libros a los soldados que retornaban, muchos de ellos con estrés postraumático, en un intento por mejorar su convalecencia. Por cierto, que las deliciosas novelas de Jane Austen eran las más recomendadas porque, al parecer, hacían olvidar a los combatientes el olor de la pólvora y el ruido de las bombas.
Más recientemente, hace un par de años, otro estudio sostenía que leer las novelas de Harry Potter hacía que los estudiantes mejoraran su actitud respecto a grupos estigmatizados como inmigrantes o refugiados.
El término biblioterapia aparece por primera vez en un artículo publicado en una revista en 1916, en el que se habla de un tal doctor Bangster, que receta libros a quien los pudiera necesitar. Y todo esto viene a cuento porque hace unas fechas he leído la reseña de un “Manual de Remedios Literarios”, escrito por dos autoras británicas, que  contiene, ordenados por índice alfabético, proposiciones de lecturas comentadas para más de 400 dolencias, tanto físicas como psicológicas. Los que hemos descubierto el placer de la lectura sabemos que el libro adecuado en el momento preciso puede cambiarnos la vida. Pero tengo curiosidad por hacerme con este manual que promete una terapia lectora si sufres ansiedad, o baja autoestima, o catarros frecuentes, o calvicie, o falta de apetito sexual, anginas, insomnio, vergüenza, pesadillas, miedo a volar, estrés, dolor de espalda… Hay desde autores clásicos hasta los más modernos, desde novelones de siempre, como Madame Bovary, a obras de Vargas Llosa, pasando por poesía.
En fin, creo que se han quedado cortas. Que han puesto “remedio” a 400 cosas como podrían haber puesto a 800 o a cuatro mil. Porque los libros llevan siglos curando. Todos los libros, hasta el peor, que cualquiera sirve para evadirnos de la prisión de nuestros días y darnos la libertad de vivir mil y una noches distintas, en situaciones y paisajes diferentes, en mundos que tardaríamos siglos en conocer desde nuestro sofá o nuestra oficina.
Cervantes decía que «en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia». También inventó la Biblioterapia, aunque a su personaje universal lo hubieran vuelto loco los libros de caballería.

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