Pensaba que no iba a hablar de Trump en
este espacio. Que iba a conseguir levantar un sólido muro para mantenerlo
alejado de mis ocupaciones y mis preocupaciones. Una semana tras otra, desde
que comenzara la campaña, lo he mantenido a raya, tapando cualquier resquicio
por el que pudiera colarse, y diciéndome eso de que bastante tenemos con lo
nuestro como para agobiarnos con lo de otros.
Pero
es que ahora es de todos. Me siento como la niña de Poltergeist susurrando “Ya
están aquí...”. Él y lo que trae consigo, que por arriba aprieta Marine Le Pen
y la vieja Europa vuelve a las andadas, echándose en brazos del populismo más
obsceno.
Y
ya no se puede mirar hacia otro lado, que la cosa es muy seria, que se está
derrumbando el mundo que conocíamos y nos va a pillar debajo. En un abrir y
cerrar de ojos nos hemos encontrado hablando de racismo, de sexismo, de
nacionalismos rancios, de alambradas de espinas y de muros insalvables.
Están
aquí y los hemos traído entre todos. Da igual que hayan recalado en la lejana
América o en la vecina Francia. O en Polonia, en Hungría, en Austria… Predican
contra los pobres, contra los refugiados, contra los que tienen la piel de otro
color o rezan a un dios distinto. Y hasta contra los que no rezan.
Ni
en la peor pesadilla hubiéramos pensado, hace tan solo unos años, que podríamos
convivir con semejantes personajes. Con sus ideas, con sus actos. Pero hemos
hecho más. Los hemos elegido, los hemos votado, les damos todo el espacio del
mundo en los informativos, en las conversaciones. En nuestras vidas.
Los
llamamos payasos, y son o van a ser dirigentes de los países más poderosos del
mundo; nos reímos de sus ocurrencias, y ya no son tales. Son leyes. Y yo que me creía que los personajes de
Macondo eran raros porque levitaban, o regresaban de entre los muertos porque
se aburrían, o ascendían a los cielos mientras doblaban las sábanas o hacían
parir cientos de veces a los animales con su sola presencia. Qué va. Ahora los
veo tan normalitos. Ni el cura Nicolás, ni Melquiades el gitano, ni Petra
Cotes, prodigio de la naturaleza, ni tan siquiera Remedios La Bella tienen nada
de paranormal. Y además, son de ficción.
Los
otros, se han escapado de la tele, de una mala novela histórica y se han hecho
carne aquí, entre nosotros. Y lo que es peor, dirigen nuestras vidas.
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