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jueves, 7 de enero de 2016

Desde Macondo. OBISPAS

Tengo curiosidad por sabe cómo serían ciertas “Pastorales” si estuvieran escritas por sacerdotas. O por obispas y arzobispas. Aunque quiero creer que de haber mujeres purpuradas, no serían tan osadas como para meterse en materia que no le corresponde. Aunque vaya usted a saber.
      Pero vamos, que no me imagino a una dirigente de la muy católica Conferencia Episcopal Española diciendo, con los cuerpos calientes de dos mujeres asesinadas por sus parejas, las mismas lindezas que escuchamos a nuestros ínclitos obispos, primero, metiéndose dónde no les importa y luego, con nulo o escaso don de la oportunidad.
       La penúltima, y muy curiosa teoría, ha corrido a cargo del arzobispo de Toledo, que ha deducido que los asesinatos de mujeres ocurren porque ahí no ha habido verdadero matrimonio y porque además en muchos casos ellas han pedido previamente la separación. Para entendernos, que algo tiene que ver la violencia machista y lo que él llama despectivamente divorcio express. Y añade don Braulio, no queremos suponer que desde su experiencia, que todo esto ocurre porque a las parejas formadas por hombres y mujeres les une solo “lo físico, lo genital y poco más”.
      Y esto, cuando terminábamos un año con cerca de sesenta muertes, y empezábamos el nuevo con dos víctimas.  Encantados estamos todos, en especial familiares y amigos, con la sensibilidad de nuestros “pastores”.  Lo dicho, no me imagino a una “obispa” hablando con tanta frivolidad de un asunto tan grave y del que, en principio, no tienen experiencia práctica. Digo yo. Por supuesto que no veo a ministra alguna de la Iglesia zanjando la discusión con un “: “Dejémonos de zarandajas, la ideología de género enturbia”.
       Enturbia que haya neandertales con mitra y anillo que, con más o menos disimulo, con más o menos fortuna, sigan pensando que somos seres de segunda, por supuesto para ocupar altos o bajos cargos en su Iglesia, pero también para tener espacio propio en la sociedad del siglo XXI. Y que no se cortan un pimiento en dar lecciones, en “aclarar” que si las mujeres no quieren hacer lo que les piden los hombres si no les pidieran el divorcio, si les obedecieran siempre, ellos no se verían obligados a matarlas. De tanto meterse dónde no les incumbe, de tanto obsesionarse con el sexto mandamiento, se han olvidado del quinto. No matarás.
      No creo que me alcance la vida para ver un sínodo de obispas, o un cónclave de cardenalas; ni tan siquiera para ver a un humilde cura de pueblo de sexo femenino predicando en su púlpito. Pero soñar es libre. Aunque sea con pensamientos impuros.
       Y el cuento, la Biblia, los Evangelios, el Génesis, hubieran cambiado mucho si los hubieran escrito santas en lugar de santos, o la propia Eva, que seguro que ya no sería el origen de todos los males. O si Dios fuera mujer, que diría Benedetti.
       O si todas las mujeres del mundo fueran como las de Macondo, rotundas, en el lugar y en el momento preciso, mientras el cura se dedicaba a levitar tomando chocolate. Sin molestar.

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