Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 7 de mayo de 2014

Desde Macondo. REALISMO MÁGICO


Tengo la molesta sensación de no estar sola en Macondo. Mejor dicho, de estar mal acompañada. En los últimos tiempos han aparecido por aquí vecinos incómodos que, perturban la paz de los muertos, los sueños de los vivos, el ir y venir de los personajes mágicos. Confunden la magia con su realidad inventada, que ni es realidad ni es mágica.

Piensan que todo el mundo es Macondo, y han instalado aquí su mercado de baratijas, tal y como hacían cada año los gitanos, envueltos en el ruido de mil y un instrumentos musicales, con gran alboroto de pitos y timbales. Han instalado su carpa en la plaza, pero no para transportarnos a ese mundo mágico y desconocido en el que habitaban el hielo, y la lupa, y los catalejos, y hasta la piedra filosofal.

Su Macondo no es el mío. No sé si me cabe una mentira más. O una “interpretación de los datos”, como lo llaman ahora. Puedo vivir en un mundo real y en uno mágico, repartiendo mi tiempo entre ambos. Pero no encuentro sitio en un mundo falso. Los heraldos de la “recuperación” han ocupado estratégicamente todas las esquinas del pueblo para lanzar a los cuatro vientos sus proclamas. Han hecho magia con la realidad, transformando lo malo en bueno, lo pésimo en maravilloso, el presente incierto en futuro perfecto.

Y han invadido Macondo. Llueven contratos, euros, primas reducidas, déficits adelgazados, deudas minimizadas, turistas con carteras bien repletas y hasta ladrillos, que va a empezar a crecer la construcción otra vez. Llueve alegría, y la fuerza del agua arrastra las penas, los recortes, el hambre, los miedos. Es la tormenta perfecta que nos cuentan los invasores, que no saben que el diluvio no era eso.

No se han molestado en descifrar los pergaminos de Melquiades, razón de ser de la estirpe que fundó Macondo, y han traído su propio diccionario, repleto de palabras que ni entendemos ni creemos. Como la Compañía Bananera, pretenden subyugarnos con el brillo del dinero, que luego pasará delante de nuestras narices sin que lleguemos a olerlo.

Luego, tras el diluvio, se marcharán tan frescos. Habrá acabado la campaña electoral; Europa impondrá normas nuevas, gobernarán como Dios manda, volverán a traspasar esas líneas rojas que aseguraron no cruzar nunca…

Y ahí quedará Macondo, en su siesta eterna, luchando por recomponerse, por recuperar el tiempo circular interrumpido por unos magos de tres al cuarto que han pretendido hacer con la realidad una burda sesión de magia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario