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lunes, 28 de enero de 2019

Desde Macondo. TERTULIANOS


No está claro de dónde proviene el término. Unos dicen que de Tertuliano de Cartago, padre de la Iglesia allá por el siglo III; y al parecer, polemista de categoría; otros afirman que puede nacer de “tres Tulios”, en referencia a Marco Tulio Cicerón, lo más entre los oradores. En cuanto a las tertulias, han existido siempre, son tan españolas como la siesta  y a menudo, como en las reuniones literarias, han dado buenos frutos.

Pero como tantas cosas, ni las tertulias ni los tertulianos son lo que eran. Las antiguas ágoras de debate, los centenarios cafés, y hasta los Parlamentos, si me apuran, se han transformado, con cuatro focos y poco más, en platós de televisión; los sesudos sabios que pretendían cambiar el mundo, son ahora señores y señoras que hablan de todo a voces, que se indignan y se marchan (vuelven enseguida, que la pela es la pela), se insultan y luego comen juntos e incluso, si la ocasión lo merece, opinan hoy justo lo contrario que ayer.

Son opinadores profesionales. No hace falta que sean periodistas. De hecho, no lo son en su mayor parte. Ni que sean economistas si opinan de economía, o médicos si hablan de salud, o profesores si el tema a debatir es la Educación. Saben de todo y, sobre todo, saben gritar cuando les faltan argumentos.

Han crecido como setas, casi al mismo ritmo en que están desapareciendo los periodistas. Están en todos los canales, en todas las emisoras, en mil y una tertulias. Invaden espacios que, por razones lógicas, corresponden a la información y no informan de casi nada. Sólo dan su opinión e intentan convencernos de que es la buena, la única, la real. Para eso les pagan. Y de cuando en cuando, por los de un signo político, nos enteramos de cuánto cobran los del otro. O viceversa. Nos indignamos, por supuesto, y decimos eso de vaya sueldo por decir cuatro chorradas.

Y echamos de menos aquello que nos enseñaban en la Universidad, diferenciar claramente la información de la opinión. Una cosa era lo que pasaba, y otra, lo que el periodista opinaba del hecho concreto. Pero eso ya es Historia. Ahora se puede elegir entre tertulianos de derechas y de izquierdas con sólo cambiar de canal; la información es lo de menos. El juego es saber qué dirán de la noticia los unos y los otros.

Es lo que toca, elegir tertulianos, y hacerlo bien.. En Macondo, para  don Apolinar Moscote, miembro efectivo del partido conservador, los liberales “eran masones; gente de mala índole, partidaria de ahorcar a los curas, de implantar el matrimonio civil y el divorcio.  Los conservadores, en cambio, “eran los defensores de la fe de Cristo, del principio de autoridad, y no estaban dispuestos a permitir que el país fuera descuartizado en entidades autónomas” . 

Y el coronel Aureliano Buendía que afirmaba que “si hay que ser algo, sería liberal, porque los conservadores son unos tramposos”, termina constatando que “la única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho" .

 

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