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jueves, 17 de enero de 2019

Desde Macondo. LOS SINCOMPLEJOS

A ver si voy a ser yo la única que piensa que sus ojos son pequeños, sus dientes podrían estar más juntos, sus pies son de Picapiedra y su vida, en general, mejorable. No me creo que haya nadie que no tenga complejos, desde los más simples o meramente estéticos, hasta los complicados, que pueden dar lugar a situaciones más serias. Vamos, que hasta los que tienen la autoestima por las nubes, los del “porque yo lo valgo”, tienen sus cositas más o menos escondidas, aunque se presenten como divinos de la muerte y encantados de haberse conocido.
        Por eso choca sobremanera que no haya página de diario, noticia de radio o de televisión en la que no nos aparezcan un par de “sincomplejos” de nuevo cuño, que, por definición, pueden decir lo que les parezca, aunque la opinión provenga de lo más recóndito de las cavernas, y hacerlo así, sin complejos.
        Creo que fue Aznar, hinchado como un pavo de Acción de Gracias (por aquello de sus peligrosas amistades americanas), quien habló por primera vez de una España orgullosa y sin complejos. Parecida a aquella en la que nunca se ponía el sol, porque teníamos mando en plaza en los cuatro puntos cardinales. En cualquier caso, fuera o no él quien acuñó el término, es obvio que ha hecho escuela y que, al menos aparentemente, practica el sincomplejismo.
        Ahora nos hablan de candidatos y candidatas jovencísimos y sin complejos; de cambio sin complejos; de ideas no aptas para acomplejados, de dejar atrás el lastre que no nos permite avanzar. Los complejos.
        Aunque, claro, para ellos complejos son las leyes de igualdad, la memoria histórica, el hablar de la tumba del abuelo, que diría Casado, mostrarse favorable a acoger a refugiados, el clamar por un salario justo, aunque suponga que los ricos y poderosos ganen un poco menos, el hablar abiertamente de los privilegios de la Iglesia, que ya no existen en ningún país salvo en el nuestro, en la España sin complejos que predican.
        Pone los pelos de punta escuchar a chavales de veinte años desvelar entre bromas a quien van a dar su voto, porque son los más valientes, o pararse a pensar en eso de la Reconquista al revés, de Andalucía a Asturias, con que nos han ilustrado este mismo fin de semana.
        Yo sí tengo complejos. Me acompleja no tener menos años y más fuerzas para seguir luchando; me acompleja tener que morderme la lengua, tener recortado el sentido del humor y no encontrar la gracia a los discursos que empiezan con el “sin complejos” de turno.Y me acompleja pensar que muchos acomplejados como yo no sean suficientes para parar a los que pretenden cambiarnos un país con sus cosas buenas y malas, por una España sin complejos.

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