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domingo, 2 de diciembre de 2012

CARBÓN PARA LOS ABUELOS

Ajenos a las elecciones catalanas, a las idas y venidas a Bruselas de presidentes y ministros de Economía, y enfrascados en la dura tarea de subsistir cada día, los pensionistas y jubilados, los abuelos, creían todavía en la palabra mantenida hasta hace escasas fechas (justo hasta los comicios en Cataluña). Creían en la bondad de los Reyes Magos y esperaban su premio, modesto, eso sí, mientras se afanaban en pasear nietos, ayudar a la hija en paro o arrimar unos euros para la hipoteca del hijo.
Y han recibido carbón. Con premeditación y alevosía, adelantado para no ejarles pasar las Navidades con una mínima ilusión, para asegurarles que pasarán el resto de sus días haciendo cuentas, montoncitos de monedas para la comida, que está todo mucho más caro; para la luz, ni soñar en poner el radiador, toca otra vez pasar frío, como antaño; para los medicamentos de esos achaques crónicos llamados artritis, artrosis, bronquitis o quizá algo peor; para la chica, que ha vuelto a casa con dos niños; para ese hijo en paro que sobrevive con el exiguo salario de la mujer y al que acabarán quitándole el piso...
Es el carbón que han traído los Magos, antes de tiempo, para ocho millones de jubilados y pensionistas, muchos de los cuales auparon a sus camellos a los que ahora les maltratan. Y hay ejemplos a montones. Escucho a una aguerrida abuela que explica que su pensión de 500€, que reparte con su hija y su nieta, ha sido "agraciada" con la subida del dos por ciento. Diez euros al mes, "pero pago 28 euros por las recetas, y antes no pagaba".
Hasta ahora, la crisis provocada por la codicia de los especuladores financieros y los bancos la están-estamos-pagando los inmigrantes, los trabajadores en general, los funcionarios en particular, los parados, los jóvenes, los dependientes y, por supuesto, los mayores; los sectores mayoritarios y más débiles de la sociedad. Los más desfavorecidos. Algunos, por partida doble, con un repago, como los jubilados, quienes ven mermar de hecho sus ingresos por un lado y, por otro, se les aumenta el gasto con un repago más de medicamentos, sin ir más lejos.
Y ahora sólo hay carbón para personas que han trabajado durante 50 años, han criado a sus hijos y han pagado durante décadas esos impuestos a fondo perdido que les librarían del hambre y el frío, que les permitirían vivir con dignidad en el último tramo de sus existencia.
Han traído carbón y angustia, que es peor. Angustia por el día a día y por el futuro de los suyos, de sus hijos y sus  nietos. Una angustia que amargará sus últimos días y que no les permitirá irse en paz.
Veo a los abuelos paseando en El Prado y pienso en esa pareja de ancianos que esta misma semana han decidido quitarse la vida para no estorbar. Tal vez no eran conscientes de que su carbón, escaso y malo, podría ser el único sustento de sus descendientes. 


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