Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 11 de octubre de 2012

Desde Macondo. ISLA MUJERES


           No he cambiado Macondo por este paradisiaco lugar. Aunque ambos compartan la magia y el Caribe. Sigo aquí y, por desgracia, sigo escuchando estupideces que me enervan,  me indignan y me provocan la idea de enviar a unos cuantos allí, a Isla Mujeres,  al  lugar dedicado a la Diosa de la Luna y a sus ofrendas con formas femeninas,  que los españoles, en plenos afanes descubridores, confundieron con un reducto sólo para hembras.
           Seguro que allí encontrarían mujeres  violables, como las leyes, o ladinas y engatusadoras, como los regadíos con los que nos ha comparado nada menos que un ministro. Qué honor.  Vamos, que a alguno no les parece suficiente el retroceso que está sufriendo la sociedad española. Es poco, son pocos años. Mejor remontarnos al Descubrimiento, a esa época en la que en España no se ponía el sol y las mujeres esperaban pacientemente a los hombres, aunque su ausencia se prolongara varios lustros.
           Por tremendo, es irreal. Por dramático, suena a chiste, aunque maldita la gracia que tiene.  No es de recibo que dos altos representantes del Gobierno, y en una sola semana,  hayan bromeado en público sobre la condición femenina. Y no me digan que es una anécdota o que se están sacando las cosas de quicio. O que se trata simplemente de incontinencia verbal de quienes no tienen nada inteligente que decir.
¿Qué ha vivido esta gente? ¿Qué ha leído? Desde la primera vez que tuve en mis manos Cien Años de Soledad me atraparon sus mujeres. Úrsula, que  dirige con mano de hierro  a siete generaciones de Buendías;  la exuberante Petra , a cuyo paso los animales se reproducían por millares, Fernanda del Carpio ocupada en  tareas religiosas; santa Sofía de la Piedad, con el don  de no existir salvo  en el momento preciso; la lánguida jovencita prostituta, y su abuela desalmada amasando una fortuna con su  nieta. Hastiadas de sexo o inmaculadas; trabajadoras incansables o criadas entre algodones; autoritarias o sumisas. Felices o desgraciadas.  Acompañadas a todas horas o eternamente solas.
           Mujeres. Tan altas, bajas, rubias, gordas o flacas, listas o simples, madres o no, trabajadoras o desempleadas, serias o alegres. Como cualquier hombre. Como cualquier persona. Y tan poderosas como para callar a cualquier imbécil que, en su afán de demostrar que es el  macho alfa nos quiera retrotraer a tiempos lejanos.
           ¿Qué digo la conquista de América? Más bien estoy pensando en los tebeos de Hug El Troglodita.
 

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