Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 12 de abril de 2017

Desde Macondo. COSAS DE POCA IMPORTANCIA

No sé si será la estación, con esos episodios de melancolía, de desgana, de apatía, que los entendidos llaman “astenia primaveral”. O el olor a incienso y cera, el lamento de los tambores y las imágenes de caras doloridas, flanqueadas por espectros con capuchas de colores pardos que pueblan nuestras calles en la semana que nos ocupa.
          O la muerte, más absurda que nunca, que nos ha visitado estos días en personas conocidas y demasiado jóvenes para dejar la vida, o en cuerpos anónimos en Estocolmo, en San Petersburgo, en Egipto, en Siria…
          El caso es que la memoria me ha traído de vuelta unos versos de uno de mis poetas de cabecera, León Felipe: ¡Qué lástima/que no pudiendo cantar otras hazañas/ venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!”. Por su puerta pasaba todo, “Todo el ritmo de la vida pasa/por este cristal de mi ventana…/ ¡Y la muerte también pasa!”. Pero seguía escribiendo de lo que le dolía, de la guerra, del éxodo, de los cuentos que nos cuentan, ahora y siempre, de la Justicia, representada en la armadura abollada de Don Quijote.
          Las cosas de poca importancia son, en definitiva, las que nos mantienen vivos, las que nos hacen querer y ser queridos, mantener un mundo que se desmorona y no se parece en nada al que conocimos y al que soñábamos con conocer un día. Un mundo en el que el hombre, y sus circunstancias, fueran lo primero y lo más importante, más allá del dinero, de los Mercados, de las grandes cifras que no comprendemos, o que entendemos demasiado bien.
          Es Semana Santa. Ha bajado el paro y han mejorado las cifras de empleo. El PIB, que nunca nos explican bien, sube a niveles previos a la crisis y el crecimiento del país se sitúa a la altura de los mejores. Muy importante, sin duda. Un gran logro de los que nos gobiernan y se felicitan por sus hazañas.
          Pero vuelvo a las cosas de poca importancia. A los datos que revelan que hay millones de españoles pasándolo realmente mal, con empleo o encuadrados directamente en la categoría de “trabajadores pobres”, que es la que pita en estos momentos; a la brecha salarial entre hombres y mujeres, que empeora con los años; a las pensiones, que menguan según crece la inflación; a la desigualdad creciente que ha abierto ya un abismo insalvable y que sigue haciéndose más profunda día a día, porque los que nos dirigen están sólo para las cosas importantes.
          ¡Qué lástima! No me inspira la primavera, ni las vistosas procesiones, ni las bandas de música que las acompañan, ni el entusiasmo por las previsiones de crecimiento, ni caminar por la pomposamente llamada “senda de la recuperación”, ni el espectacular aumento de la riqueza en España, esa que mide el PIB, más falso que Judas.
          Será que, como el poeta, estoy condenada a contar cosas de poca importancia.

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