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miércoles, 10 de agosto de 2016

Desde Macondo. HISTORIAS CON MORALEJA

No todos los cuentos acaban con el “colorín, colorado”. Tampoco, desgraciadamente, con eso de “fueron felices y comieron perdices”. Ni con la consabida moraleja, tan común en las Fábulas de Esopo y en las historias de todos los tiempos, que la literatura ha servido de siempre no sólo para entretener, sino también para instruir, informar o mejorar a los lectores. Ya ha pasado de moda lo de acabar con la frase, “la moraleja de la historia es…”. Ahora tenemos que descubrirla.
Y hay muchas historias con moraleja. En plena vorágine de Olimpiadas, cuando sabemos todo de cada delegación, de cada deporte, de cada deportista, me ha llamado poderosamente la atención una, la de una joven siria, integrante del equipo de refugiados que ha debutado este año en los Juegos por razones obvias, porque un acontecimiento así no puede obviar la realidad del mundo que vivimos.
Yusra Mardini, una jovencísima nadadora, no ha ganado ninguna medalla. Acabó su serie muy lejos de los tiempos de cabeza y no pudo pasar a la final. Es lo de menos. Estaba ahí, en Brasil, y su historia, que es probablemente de la miles de refugiados, nos deja muchas moralejas.  Huyó de Siria, su país en guerra, atravesó Líbano por tierra hasta Turquía, donde inició la travesía hacia Grecia. Una noche, se paró el bote en el que navegaba a Lesbos junto a su hermana y otros 30 refugiados de la guerra. Cuando el bote se paró, nadó durante tres horas y media hasta llegar a puerto. Mientras nadaba, pensaba en la vergüenza de morir ahogada, siendo gran nadadora.
Así lo contó al inicio de los Juegos, con una enorme sonrisa y con el brillo de la esperanza en los ojos”. No se ahogó. Llegó hasta Berlín y llamó a la puerta de un club de natación. No tenía ni bañador ni gorro de baño. Pero está en Río. No ha ganado ninguna medalla, pero ha llegado a la meta.
Hasta aquí la historia, que admite mil moralejas. La de la Justicia, la del esfuerzo, la del premio a la valentía, la de la vergüenza y el sonrojo que sentimos al conocer estos casos desde nuestro cómodo sillón viendo la tele u hojeando el periódico; la de los deportistas que ganan cifras astronómicas y cuentan con una legión de personas para mantenerlos en forma, la de las guerras que truncan vidas y proyectos, la de nuestras puertas y nuestros corazones cerrados a cal y canto…
Es una historia con final feliz. Pero quedan muchos cuentos, demasiados, en los que los protagonistas no fueron felices ni comieron perdices.

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