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martes, 16 de agosto de 2016

Desde Macondo. FO(REST) IN PEACE

No me gusta que el nombre esté en inglés, aunque reconozco la oportunidad del juego de palabras en la lengua de Shakespeare. Fo(rest in Peace), bosques en paz, o descansen en paz los bosques. Y de la idea de fondo, llenar el país de cementerios para combatir los incendios forestales.
      Claro, que me hubiera gustado más que echaran mano de nuestro riquísimo idioma, lleno de evocadoras metáforas sobre los camposantos. O de nuestros poetas, de Bécquer al mejor Cernuda de “Donde habite el Olvido”. Pero esto son cosas mías, que no pueden distraer la atención del asunto principal, que resumo en un par de líneas.
      La Asociación Nacional de Bomberos Forestales ha lanzado una insólita campaña que otorga a los ayuntamientos el poder para detener la especulación urbanística tras los incendios, ahora que España arde, recién cambiadita la ley por nuestros ínclitos gobernantes, que elimina la prohibición de edificar sobre un terreno quemado durante 30 años.
       Rebuscando en la legislación española, han encontrado una fórmula para impedir muchos incendios forestales. La manera es tan sencilla como original: recalificar como cementerio aquellos terrenos arrasados por el fuego. Si hay un cementerio, no hay opción para levantar una urbanización, un vertedero, un campo de golf, una pista de esquí o un parque temático en un perímetro de 500 metros, lo que desactiva a posibles especuladores. La Ley recoge esta excepción en un rincón olvidado desde hace décadas. Es el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria, de  1974., que dice textualmente que “dentro del perímetro determinado por la distancia indicada, no podrá autorizarse la construcción de viviendas o edificaciones destinadas a alojamiento humano.”
       Estaba escondido, pero ahora los forestales la quieren pregonar a los cuatro vientos.
       Y que se apunte quien quiera. Preferentemente los municipios más afectados. Que la cosa es fácil de entender. Los bosques quemados se convertirían en símbolos. Como los cementerios. Donde antes había vida, ahora ya no la hay. No hay árboles, pero tampoco ni liebres, ni pájaros, ni ciervos ni ni jabalíes. Y no hacen falta lápidas para recordarlo, que la imagen cuenta por si sola la historia de todo lo que allí ha quedado enterrado.
       Ojala se llenen de cementerios los bosques de Galicia, los de Valencia, Cataluña o Canarias, los que cualquier lugar del país en los que el fuego ha sido protagonista este verano y tantos otros.
       No se pueden plantar casas o piscinas o muros de hormigón para borrar el rastro de la muerte. Los bosques pelados y negros tienen que quedar ahí para que cada cual que pase haga un ejercicio de reflexión.
       Para que añoren la vida, hasta que vuelva a surgir. Entre tanto, descansen en paz los bosques.

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