No me gusta que el nombre esté en inglés, aunque reconozco la oportunidad
del juego de palabras en la lengua de Shakespeare. Fo(rest in Peace), bosques
en paz, o descansen en paz los bosques. Y de la idea de fondo, llenar el país
de cementerios para combatir los incendios forestales.
Claro, que me hubiera gustado más que echaran
mano de nuestro riquísimo idioma, lleno de evocadoras metáforas sobre los
camposantos. O de nuestros poetas, de Bécquer al mejor Cernuda de “Donde habite
el Olvido”. Pero esto son cosas mías, que no pueden distraer la atención del
asunto principal, que resumo en un par de líneas.
La
Asociación Nacional de Bomberos Forestales ha lanzado una insólita campaña que
otorga a los ayuntamientos el poder para detener la especulación urbanística
tras los incendios, ahora que España arde, recién cambiadita la ley por
nuestros ínclitos gobernantes, que
elimina la prohibición de edificar sobre un terreno quemado durante 30 años.
Rebuscando
en la legislación española, han encontrado una fórmula para impedir muchos
incendios forestales. La manera es tan sencilla como original: recalificar
como cementerio aquellos terrenos arrasados por el fuego. Si hay un
cementerio, no hay opción para levantar una urbanización, un vertedero, un
campo de golf, una pista de esquí o un parque temático en un perímetro de 500
metros, lo que desactiva a posibles especuladores. La Ley recoge esta excepción
en un rincón olvidado desde hace décadas. Es el Reglamento
de Policía Sanitaria Mortuoria, de 1974., que dice textualmente que “dentro del
perímetro determinado por la distancia indicada, no podrá autorizarse
la construcción de viviendas o edificaciones destinadas a alojamiento
humano.”
Estaba
escondido, pero ahora los forestales la quieren pregonar a los cuatro vientos.
Y
que se apunte quien quiera. Preferentemente los municipios más afectados. Que
la cosa es fácil de entender. Los bosques quemados se
convertirían en símbolos. Como los cementerios. Donde antes había vida,
ahora ya no la hay. No hay árboles, pero tampoco ni liebres, ni
pájaros, ni ciervos ni ni jabalíes. Y no hacen falta lápidas para recordarlo,
que la imagen cuenta por si sola la historia de todo lo que allí ha quedado
enterrado.
Ojala
se llenen de cementerios los bosques de Galicia, los de Valencia, Cataluña o
Canarias, los que cualquier lugar del país en los que el fuego ha sido
protagonista este verano y tantos otros.
No
se pueden plantar casas o piscinas o muros de hormigón para
borrar el rastro de la muerte. Los bosques pelados y negros tienen que quedar
ahí para que cada cual que pase haga un ejercicio de reflexión.
Para
que añoren la vida, hasta que vuelva a surgir. Entre tanto, descansen en paz
los bosques.
No hay comentarios:
Publicar un comentario