Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 19 de diciembre de 2013

Desde Macondo. UN E-MAIL POR NAVIDAD

Veo a los pajes de los Reyes Magos, a las puertas de los grandes almacenes o junto a los belenes municipales; y a infinidad de réplicas de Papa Noel, afanándose en recoger las cartas que los pequeños les entregan con ojos brillantes. Y diciendo el consabido ¿te has portado bien? No te preocupes, que no hemos cargado carbón para los niños buenos. Yo también escribía cartas. Y no recuerdo ni una sola vez en que lo que encontraba a los pies de la cama se pareciera, siquiera mínimamente, a las peticiones que había escrito en la misiva, con mi mejor letra y rotulador rojo, para que se viera bien.
       Cada año pensaba igual. La carta no ha llegado a tiempo; los arenales están muy lejos, y no digamos nada de Laponia. Se acabaron las cartas. He decidido mandar un e-mail. Es más rápido y es lo que pita. Y lo que es mejor, la eficacia está comprobada. Me he empapado estos días de los correos de Blesa y de la última tanda de los de Urdangarín. Un correíto de nada, y zas… Una cacería exótica, un coche de lujo, una empresa muy muy rentable y sin obligaciones para con Hacienda, una tarjeta de crédito con dinero B o una millonaria colección de arte. O una suculenta participación en un negocio de armas, que creo que esta industria da mucho dinero.
       Y nosotros mientras escribiendo cartitas pidiendo minucias. Un trabajo, poder pagar la luz o la hipoteca, lo mínimo para que los niños coman y vayan al cole con dignidad, que no baje la pensión…Total, para que luego te traigan un pijama o unos calcetines, que bienvenidos sean, pero no es lo mismo.
       Mandar un e-mail da prestancia. Pides, pero no pareces pobre. Hasta puede que te confundan con un rico y te coloquen en lugar preferente en la bandeja de entrada. Claro, que también te pueden etiquetar como spam, y estás perdido. Ni lo abrirán. En cualquier caso, la papelera de reciclaje tiene más glamour que el contenedor de papel, al que van a parar los sueños de los que aún creemos en cartas.
       Decidido, hoy mismo me hago con las direcciones. Destinatario: Melchor, con copias a Gaspar, Baltasar y Santa Claus. Asunto: Regalos. Y en el texto, pues eso, que no traigan carbón ni recortes, que no haya nadie sin pan ni techo. Ni sin medicinas o dinero para pagar estudios, ni con salarios de hambre. Ni sin ningún salario. Y poco más, porque si el correo pesa mucho, lo devuelven. Eso sí, lo mando con confirmación de llegada, para que luego no digan que se ha perdido en el ciberespacio.
       Aunque claro, siempre pueden decir que están muy ocupados con los correos de los que mandan, o que se ha bloqueado el ordenador por saturación de mensajes.
       O que en el remoto Macondo no hay buena cobertura…
 

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