Veo a los pajes de los
Reyes Magos, a las puertas de los grandes almacenes o junto a los belenes
municipales; y a infinidad de réplicas de Papa Noel, afanándose en recoger las
cartas que los pequeños les entregan con ojos brillantes. Y diciendo el consabido
¿te has portado bien? No te preocupes, que no hemos cargado carbón para los
niños buenos. Yo también escribía cartas. Y no recuerdo ni una sola vez en que
lo que encontraba a los pies de la cama se pareciera, siquiera mínimamente, a
las peticiones que había escrito en la misiva, con mi mejor letra y rotulador
rojo, para que se viera bien.
Cada año pensaba igual.
La carta no ha llegado a tiempo; los arenales están muy lejos, y no digamos
nada de Laponia. Se acabaron las cartas. He decidido mandar un e-mail. Es más
rápido y es lo que pita. Y lo que es mejor, la eficacia está comprobada. Me he
empapado estos días de los correos de Blesa y de la última tanda de los de Urdangarín.
Un correíto de nada, y zas… Una cacería exótica, un coche de lujo, una empresa
muy muy rentable y sin obligaciones para con Hacienda, una tarjeta de crédito
con dinero B o una millonaria colección de arte. O una suculenta participación
en un negocio de armas, que creo que esta industria da mucho dinero.
Y nosotros mientras
escribiendo cartitas pidiendo minucias. Un trabajo, poder pagar la luz o la
hipoteca, lo mínimo para que los niños coman y vayan al cole con dignidad, que
no baje la pensión…Total, para que luego te traigan un pijama o unos
calcetines, que bienvenidos sean, pero no es lo mismo.
Mandar un e-mail da
prestancia. Pides, pero no pareces pobre. Hasta puede que te confundan con un
rico y te coloquen en lugar preferente en la bandeja de entrada. Claro, que
también te pueden etiquetar como spam, y estás perdido. Ni lo abrirán. En
cualquier caso, la papelera de reciclaje tiene más glamour que el contenedor de
papel, al que van a parar los sueños de los que aún creemos en cartas.
Decidido, hoy mismo me
hago con las direcciones. Destinatario: Melchor, con copias a Gaspar, Baltasar
y Santa Claus. Asunto: Regalos. Y en el texto, pues eso, que no traigan carbón
ni recortes, que no haya nadie sin pan ni techo. Ni sin medicinas o dinero para
pagar estudios, ni con salarios de hambre. Ni sin ningún salario. Y poco más,
porque si el correo pesa mucho, lo devuelven. Eso sí, lo mando con confirmación
de llegada, para que luego no digan que se ha perdido en el ciberespacio.
Aunque claro, siempre
pueden decir que están muy ocupados con los correos de los que mandan, o que se
ha bloqueado el ordenador por saturación de mensajes.
O que en el remoto
Macondo no hay buena cobertura…
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