Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

lunes, 27 de septiembre de 2010

A LA HUELGA... EN NOMBRE DE DIOS

Todos tenemos nuestros motivos para secundar, o no, la huelga general. Es nuestro derecho y no tenemos porqué dar explicaciones. Y seguramente, los que trabajen, o dejen de hacerlo ese día, serán rubios, morenos, gordos, flacos, hombres, mujeres, musulmanes, evangelistas, protestantes, cristianos, blancos, asiáticos, magrebíes...
Afortunadamente, y como decía ayer mismo el arzobispo de Toledo en la inauguración de La Colegial, no hay pensamiento único, hay libertad y, sobre todo, (también lo decía Don Braulio), hay libertad religiosa. Hasta aquí, de acuerdo con Su Eminencia, aunque luego el sermón fuera por otros derroteros que no vienen al caso. Bueno, sí vienen, pero eso será en otra ocasión.
Lo que me ha sorprendido sobremanera es el llamamiento del Consejo de Laicos (léase miembros de vicarías, diócesis y movimientos cristianos que no son sacerdotes o religiosos ordenados), a secundar la huelga general del 29-S. La noticia era textualmente que "se sugiere portar el día de la huelga una prenda, un pañuelo, una cinta blancos para que, libres de las presiones externas, puedan expresar visualmente a los demás su protesta y sientan la cercanía de los que, como ellos, lleven un distintivo del mismo color".
Y continúa, "Ante la crisis económico-social que padecemos y que ha desembocado en el llamamiento a la huelga general del próximo día 29, muchos cristianos se preguntan qué hacer. Les gustaría participar pero no saben cómo hacerlo para no sentirse manipulados. Desde este Consejo de Laicos llamamos a la protesta inteligente, participativa e imaginativa".
En fin, que el cristiano que no quiera sentirse manipulado tiene que hacer huelga. Ya lo saben ustedes. Claro, que si sólo llevan el lazo o cinta blancos, igual no les descuentan el día en la nómina.
Se me ocurre que los representantes de las distintas confesiones podían hacer lo mismo, pero con lazos de otro color, o con pañuelos, o con brazaletes. Y también podían no llevar nada y pasar por agnósticos o ateos. Yo también puedo aportar ideas imaginativas e inteligentes, independientemente de mis convicciones religiosas, que no le importan a nadie.
En fin, no sé si Dios está de acuerdo con la huelga o si tiene preparada la cinta blanca para el miércoles. O si está de acuerdo con la manipulación. A mi no me gusta que me digan lo que tengo que hacer, y mucho menos, que den consejos en nombre de Dios.
Para que nadie se confunda, ese día, con huelga o sin ella, procuraré vestirme de colores. De cualquier color.

domingo, 19 de septiembre de 2010

ADIOS A LOS QUE SE QUEDAN...

Y a los que se van, también. Es el inicio de la "Albada" de Labordeta, una de esas canciones-himno que hablan de la tierra, de los amigos, de la añoranza, de la partida y del regreso. Pero no voy a hablar de Labordeta. Voy a hablar de mí, y de él, y de los que nos quedamos. De una generación que casi no tuvo tiempo de acusar la falta de libertad, por los pocos años, pero que la sentía como un pellizco en el estómago. Maduramos con las primeras elecciones generales y no tuvimos tiempo de votar la Constitución, pero vivimos intensamente el nuevo país; fuimos los primeros en asomarnos a la ventana para respirar los nuevos aires y en abrir los ojos y los oídos asombrados para ver y escuchar a esos tipos míticos de los que hablaban nuestros hermanos mayores.
Tipos duros armados de guitarra y poesía que cantaban a la libertad, a la justicia, a las cárceles abiertas, ante un público muy joven, demasiado joven para entenderlos bien. Los mayores aún no se atrevían a ir a esos conciertos en lugares inverosímiles, en barrios marginales de Madrid, en paraninfos universitarios, en pequeños garitos progres...
Así crecimos los que nos quedamos. Raimon, Lluis Llach, Paco Ibañez, Labordeta, y Daniel Viglieti, Silvio Rodríguez, Violeta Parra o Quilapayun, que la libertad no era solo cosa de España.
No pude votar en las primeras elecciones, pero ya estaba en la Universidad (hace muchos, muchos años, era una niña precoz). Tuve, sin embargo, la oportunidad de escuchar a casi todos los que hacían lo que entonces se llamaba canción protesta, y que cantaban gratis en cualquier mitin de izquierdas.
Desde entonces, y periódicamente, saco de su funda un disco que me remueva la conciencia, que abra las ventanas de mi vida para que entre aire fresco.
Otras veces, como esta mañana, el viento se cuela sin que lo llames. Con el verano se ha ido Labordeta, y han venido mis recuerdos sin previo aviso.
En mi casa suena "Recuérdame como un verano ido, como un árbol cansino, como un hombre sin más". Y fuera, está la certeza de que" los campos desiertos volverán a granar unas espigas altas, dispuestas para el pan".
Labordeta deja, entre los que nos quedamos, muchas soledades por kilómetro cuadrado, lo que él decía de su Aragón.

domingo, 12 de septiembre de 2010

SEPULCROS BLANQUEADOS

Dice la Biblia que Jesús llamó "sepulcros blanqueados" a los escribas y fariseos, esos hombres malísimos que aparecen continuamente en el libro sagrado. Es un símil perfecto y muy gráfico para calificar a los falsos, a los hipócritas, a los que se ocultan tras una apariencia beatífica y tienen el interior más negro que los pies de Cristo.
¿Cómo tendría que llamar a las docenas de sacerdotes, obispos y demás que han abusado de cientos de niños mientras predicaban las maldades del sexo? Sepulcros blanqueados. Limpios y pulcros por fuera, y repletos de gusanos e inmundicia por dentro. La definición se queda corta, cortísima. He vuelto a leer, hoy mismo, en un diario nacional, un amplio reportaje sobre los abusos en la Casa Pía de Portugal. Pero ayer fue sobre suicidios de niños en Bélgica, agobiados por el peso de una culpa que no es suya, y anteayer el escenario era Irlanda. Y estados Unidos, con las violaciones a más de doscientos niños sordos, y en Chile, y en España. Y en muchos otros sitios de los que nunca nos enteraremos, porque gracias a la Santa Madre Iglesia sabemos que el sexo es sucio, pecaminoso, que no debemos hablar de ello, que decir preservativo es ofender a Dios, que los homosexuales son enfermos o viciosos tarados, que la mujer incita al pecado, que...
Eso lo he sabido siempre, porque soy de colegio de monjas. Todos lo hemos sabido, porque es este país nuestro, reserva espiritual de Europa,en la que los gobernantes iban bajo palio, nadie mandaba más que el cura desde su púlpito, predicando abstinencia y castidad.
Y actuando como auténticos sepulcros blanqueados. Me rebela pensar, sólo pensar, lo que hacían tras los sermones.
Sé que no hay que generalizar, que en todos los cestos hay manzanas podridas que hay que retirar.
Y que a veces, hay que tirarlas todas, incluido el cesto.

viernes, 10 de septiembre de 2010

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES (A propósito de las quemas del Corán)

Vamos p'atrás como los cangrejos. Yo creía que eso de arrojar a la hoguera libros, cuadros, pergaminos, legajos y demás bienes relacionados con la cultura había pasado a la Historia. Lo de la famosa "Hoguera de las Vanidades" creo que fue en Florencia, allá por el siglo XV, cuando seguidores de un monje iluminado quemaron miles de objetos "inmorales y pecaminosos", tales como partituras musicales, espejos, maquillajes, cuadros de la mitología clásica y, por supuesto, libros.
Como casi todos, tengo en la memoria la quema de la biblioteca de Alejandría, las "hazañas" de la Inquisición, lanzando al fuego purificador libelos herejes sin fin, o la condena a todos los textos andalusies escritos en árabe (gesta que nos podemos apuntar los españoles, junto con la destrucción de textos mayas y de otras culturas indígenas que siguió a la conquista de América).
Si me apuran, me vengo más cerca en el tiempo, hasta la Alemania nazi y la terrible noche en la que ardieron millones de páginas inocentes en su mayoría. Y dicen las malas lenguas que, tras el golpe de Pinochet, miles de libros sufrieron la cruenta represión de los vencedores.
Está claro, tras este breve repaso por las desdichas del papel impreso o manuscrito, que no son precisamente los más cultos o los más tolerantes (o los que tienen menos complejos), los "asesinos" de libros. En cualquier caso, la Historia ya los ha juzgado.
Pero yo no me resisto a juzgar al imbécil que está promocionando, desde hace unos días, la quema del Corán en Estados Unidos, creo que en Florida. Independientemente de las connotaciones políticas que puede tener tal llamamiento, en los tiempos que corren, quemar un libro es un sacrilegio (y no digo yo que muchos no merezcan el olvido más absoluto). Me da igual el Corán que la Biblia que la Torah o el Kamasutra. Si además, el "pirómano" lo hace por falta de respeto, por intolerancia o por ganar feligreses, es como para pensar en Juana de Arco con cara de Terry Jones ¿Cogéis la idea? Eso es, que el pastor de marras es el que tendría que figurar en lo alto de la pira, con la leña a los pies y un montón de gente increpándole.
En fin, como no somos todos iguales, esperemos que se imponga la cordura, que la historia no se repita, que no volvamos a la Inquisición o a Alejandría.
Que pasemos página.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Colecciones

Bueno, pues ya hemos vuelto (llevo una semana, pero no he tenido tiempo de aparecer por aquí). He vuelto yo, que soy lo de menos, ha vuelto septiembre, el inicio del curso y...¡TA CHAN...! Han vuelto las colecciones.
No sé por donde empezar a escribir. Están todas aquí, en mi cabeza, procedentes de la tele, de la radio, de los periódicos y de un par de revistas. Giran, se mueven , todas quieren ser las primeras, ocupar sitio preferente en este espacio, en las vitrinas, en los aparadores. Los camiones de antaño avanzan decididos desplazando a los abanicos de grandes diseñadores, que aletean airados, aunque con la confianza que da tener mueble propio, que también se colecciona. Suenan las sirenas de los barcos de guerra, y los gritos de los soldados de la Segunda Guerra Mundial , impecable formación en el mueble del salón Ya no hay paredes para albergar los cuadros de punto de cruz, realizados con lo aprendido en los fascículos coleccionables de hace un par de temporadas. La casa de muñecas cría polvo y pelusas en el trastero, junto a media docena de cajas que contienen la Guerra Civil Española, las Fiestas populares y la Historia de Egipto.
En fin, que empieza la temporada, y otro año más que no me decido, que tengo que decir con vergüenza eso de "yo nunca he coleccionado nada". Ni cromos, ni recortables de muñecas, ni chapas, ni canicas ni conchas de la playa. Ni tan siquiera las películas o libros que vienen con el periódico que compro a diario. Siempre sucumbo a la cara de circunstancias del kiosquero que me pide el cupón para un cliente de toda la vida (como sin yo fuera de anteayer).
Y sigo sin colecciones e imaginando con envidia cómo debe ser eso de esperar al lunes para que te den el próximo abanico o el cañón del barco o la chaisse longue de la casita de muñecas o el hilo rojo de seda para hacer un angelote de petit point.
Mientras me decido, almaceno sonrisas, experiencias, amigos, sensaciones, ilusiones, esperanzas... No lucen en las vitrinas, es verdad, pero ocupan su lugar en mi vida. Y no acaban con el final del curso.