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domingo, 7 de noviembre de 2010

La Reina Católica y otros apuntes con motivo de la visita del Papa

Vaya por delante que no hablo de la formidable Isabel, esa de dudosos hábitos de higiene y afanes conquistadores. Hablo de Sofia de Grecia, de la Reina, y de lo que da de sí un domingo con catarro y décimas de fiebre que sólo te permite ver la tele amodorrada, pongan lo que pongan, porque es un esfuerzo inútil sacar la mano de debajo de la manta para usar el mando.
Pues bien, y no lo he soñado, a mediodía sale una imagen del Papa con el Rey a un lado y la Reina al otro. Hasta aquí, más o menos normal. El Rey va vestido de traje y corbata, el Papa, de Papa ¿Y la Reina?
Aquí está la noticia. Va vestida de blanco, lo que parece que va contra el protocolo cuando se está en presencia del sucesor de san Pedro (aunque éste sea benedicto XVI). Horror.
Pero aquí interviene la pizpireta locutora, y nos informa que hay un privilegio, que se remonta a la noche de los tiempos, que permite a las soberanas católicas vestir de este inmaculado color en presencia de los príncipes de la Iglesia.
Uf, qué descanso. Ya pensaba en conflicto diplomático, en represalias internacionales, en excomunión colectiva al país y en no sé cuantas desgracias más.
Resulta que ya no somos la reserva espiritual de Occidente, que tenemos aborto y divorcio y hasta bodas homosexuales, que somos tan poco comprensivos que condenamos y no perdonamos la pederastia; que abogamos por el uso del preservativo, especialmente en Africa, que creemos firmemente que hay que perseguir los delitos los cometa quien los cometa, que vamos poco a Misa, que...
Y encima va la Reina y se viste de blanco. No se me ha parado la taquicardia hasta que, entre las brumas de la fiebre, he escuchado la explicación del atuendo de Doña Sofía.
Ahora me queda por dilucidar si lo ha hecho para dejar claro que es católica, para recordar a Benedicto (y a nosotros, de paso), sus privilegios o, simplemente, porque se ha visto mona en el espejo con el trajecito de marras.
En fin, sólo tengo unas décimas, y la fiebre no da para más alucinaciones.
Por cierto, el canal televisivo que daba la prolija explicación sobre el privilegio real no es ninguno de los que estais pensando.

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