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miércoles, 24 de abril de 2019

Desde Macondo. VOTAR SIN MIEDO

A estas alturas de la película, de la campaña electoral, digo, puedo hacer hasta colección de miedos. No debería asombrarme, porque es una constante desde que empezáramos la aventura de la democracia, pero en cada ocasión me parece que vamos un pasito más allá, que encuentran nuevas cosas con las que asustarnos, si votamos a unos y no a otros, si lo hacemos en blanco o si nos quedamos en casa (eso nunca, por cierto).
          Lo han puesto todo perdido de miedos, y ya no sé si me voy a encontrar el lunes con las calles llenas de pederastas, violadores, neandertalitos decapitados, malvadas mujeres que pretenden nada menos que ser iguales que los hombres (cuando mi aspiración es ser mejor), pensionistas sin pensiones, asalariados sin salario o empresarios sin empresa. Y claro, sin impuestos, porque bajadas, prometen todos, unos a los ricos y otros, a los demás.
          Ya sabemos que si votamos a unos, se nos llenarán nuestros hermosos pueblos y ciudades de cientos de miles de negros malencarados, llegados directamente de África por invitación personal de un partido político; y que elegir la papeleta de otro color, dará vía libre a “abortadoras”, transexuales, feministas enloquecidas y gente de mal vivir. Y que si queremos mantener el país de una pieza, que no se rompa España, tenemos que tirar hacia otro lado. O si estamos dispuestos a que nos “reconquisten” y nos lleven a esa España en la que nunca se ponía el sol, reserva espiritual de occidente y esas cosas, también tenemos alguna papeleta que otra que nos lo garantiza.
          Lo sabemos todo, que son muchas semanas ya de machaqueo continuo, de debates, de mítines, de publicidad por tierra, mar y aire, cada uno asustando con lo de otros y vendiendo lo suyo como la panacea universal.
          Por eso hay que votar sin miedo. Con la confianza de que haremos lo correcto. Que somos muy mayores como para creernos que nos van a invadir los musulmanes o los africanos, o que todo el mundo se pondrá a abortar como locos o a cambiarse de sexo por hobby.
          Y con la certeza de que no puede haber marcha atrás. Que todo lo anteriormente citado tuvo su tiempo (nefasto), y no podemos traerlo de vuelta. Que la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, ya tuvo su momento.
          Y que para seguir avanzando, hay que ir a las urnas sin miedo.

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