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miércoles, 22 de noviembre de 2017

Desde Macondo. INVASIONES BÁRBARAS

Las declaraciones del delegado del Gobierno en Murcia calificando “la oleada de pateras” que está llegando a la costa murciana como “un ataque coordinado contra nuestra frontera, y por tanto, contra las fronteras de Europa, me ha traído a la memoria de inmediato de inmediato la Historia que estudiaba, cuando se enseñaba historia, y nos contaban las invasiones bárbaras que acaecieron en la decadencia del imperio romano. Los bárbaros llegaban “en sucesivas oleadas”.
        Y yo me imaginaba a los primitivos hispanos contando invasores, viendo como pasaban los suevos, los vándalos y los alanos, entre otros, y se quedaban para complicarles la existencia, obligándoles a cambiar su forma de vida, comiéndose su comida, ocupando su espacio y, en definitiva, obligándoles a salir de su zona de confort y a replantearse muchas cosas.
         Y mira por dónde, andando los siglos, un señor de Murcia nos vuelve a hablar de invasiones, obviando el pequeño detalle de que quienes arriban a las cosas no son fieros soldados armados hasta los dientes, sino  pobres inmigrantes muertos de miedo y de frío. Que no es precisamente la idea que yo tengo de una invasión, y mucho menos de un ataque coordinado.
        Cierto que cientos de inmigrantes están llegando a nuestras playas en las últimas semanas. Van llegando en oleadas, empujados por las guerras, por el hambre, por las urgencias de las mafias, que también tienen sus tiempos, y con el “placet” del cambio climático, que ya no hay que aprovechar el verano, cuando el mar se encuentra más apacible.
        Tal vez, dentro de cincuenta o cien años; saldrá en los libros de texto lo que ahora estamos viviendo. No será fácil, aunque la Historia siempre la escriben los ganadores, contar que, lejos de acoger con los brazos abiertos a quienes huían de la hambruna, del terror, de la destrucción y de la muerte, los pueblos “civilizados” nos blindamos ante los nuevos bárbaros con todo tipo de elementos, desde vallas a concertinas, pasando por muros y repatriaciones.
        No sé cómo se interpretarán las imágenes, que seguro saldrán en los libros, de esas hileras interminables de hombre, mujeres y niños pidiendo socorro desde una frágil barca hinchable, o sus tímidas sonrisas envueltas en una manta roja, ya en tierra, mientras piensan que han llegado al Paraíso.
        Será difícil plasmar en un capítulo, en una lección del libro, las vergonzosas discusiones de los mandatarios de todo el mundo, especialmente de los europeos (porque Trump merece capítulo aparte), empeñados en sus cuotas y en si a ti te tocan tres mil y a mi 7.500.
        La Historia nos juzgará. Mientras tanto, los inmigrantes siguen llegando en oleadas continuas y nosotros seguimos sin saber qué hacer con ellos, más allá de atrincherarnos en nuestro  mundo y de blindar nuestro bienestar, para que no nos lo toque nadie.

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