Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Desde Macondo. JAULAS DE ORO

Así, como quien no quiere la cosa, hemos aprendido en cuatro días el nombre de un montón de cárceles españolas. Hemos hecho un máster apresurado y podemos situar, sin problemas, Alahurín de la Torre, Soto del Real, Estremera, Segovia, que sólo conocía por el acueducto y hasta Aranjuez, en la que siempre he pensado con fresas y jardines. Me había quedado varada en Carabanchel y en el Puerto de Santa María, que es donde iban los presos políticos y los malos malísimos de mi juventud.
       Y heme aquí, ahora, especulando entre sorbo y sorbo de café si fulanito elegirá una prisión de su Comunidad, si menganita tendrá privilegios por entrar en tal otra, si una es más nueva, si en la de más allá hay talleres y hasta coro…Como tantas otras cosas anormales, hablar de cárceles ha entrado en nuestra normalidad. Y especulamos con que si una prepara un concierto de navidad o el otro (Fabra), aprovechará para escribir sus memorias.
         No es mal negocio. Unos y otros pasan por la cárcel de su elección (la más nueva, la más bonita, la más próxima a su domicilio, la menos masificada) para pasar unos meses, un par de años en el peor de los casos, y salen igual de ricos y más famosos que cuando entraron.  Porque la verdadera pena, la de devolver lo que han robado, se sustituye con una corta temporadita en una jaula dorada. Con el oro a buen recaudo.
        Nunca he tenido salero para robar nada, ni un chicle, ni una goma de borrar o un par de calcetines en unos grandes almacenes. Mucho menos para otras cosas que me permitieran entrar en prisión, pero creo que seríamos muchos los que daríamos un par de años de vida por asegurarnos la jubilación, que es lo que les espera a tanto preso/a ilustre como estamos viendo en estos días.
        Y encima con libro bajo el brazo, que será best seller, porque a frikis no nos gana nadie. Así, de pasada, se me ocurren una docena de libros escritos entre rejas (y en peores condiciones, sin duda), que han pasado a la posteridad y lo han hecho en mayúsculas. Cervantes escribió el Quijote en la cárcel de Argamasilla; y Oscar Wilde parió su estremecedora De Profundis mientras sufría los rigores de prisión; Marco Polo desgranó sus viajes esperando la libertad, y los demonios de César Vallejo le dictaron Trilce en un injusto arresto; Fidel Castro dio forma a La Historia me absolverá mientras esperaba juicio encarcelado y las sombras de la celda inspiraron al Marqués de Sade para escribir Justine. Hasta Hitler encontró inspiración para su Mein Kampf. Dejo para el final el Cancionero y Romancero de Ausencias de Miguel Hernández, sus Nanas de la Cebolla, sus Tres heridas, sus tristes guerras, tristes armas si no son las palabras, porque él no salió nunca de la cárcel.
        No nos bastan las jaulas de rejas frágiles y doradas. A estas alturas, no es suficiente. Queremos el oro y después, que escriban lo que quieran y vendan lo que puedan.
        Su libro nunca se escribirá en mayúsculas entre la buena literatura que ha salido de una cárcel.

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