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jueves, 18 de septiembre de 2014

Desde Macondo. EL PESO DE LA PÚRPURA


No tengo yo el tono muy claro. Sé que es una mezcla de violeta, rojo oscuro, morado… En fin, el color púrpura, que tampoco aparece mucho en las colecciones de moda, ni siquiera en las de otoño-invierno. También me consta que la púrpura pesa y, sobre todo, que tiene peso.

      Es el color de los más altos dignatarios de la Iglesia, cardenales y obispos que aspiran a serlo, y sólo tienen por encima el blanco luminoso del Papa, que está por encima del bien y del mal.

      He leído por alguna parte que el color púrpura siempre se ha asociado al poder por lo costoso que en la antigüedad era conseguir el tinte, sacado al parecer de un raro caracol difícil de conseguir. Desde muchos siglos antes de Cristo, la ropa púrpura se reservaba a altos dignatarios. Incluso se castigaba a quien osase vestirla sin tener el rango adecuado. El color de los poderosos.

      Y así seguimos. Ahora, a cuenta de la reforma de la Ley del Aborto. Los purpurados ya han dejado oír su voz. Hay que cumplir las promesas electorales, y ésta era una. Curioso que no hayan dicho nada de las subidas del IVA, de la no rebaja de impuestos, del no rebasar las “líneas rojas” de la educación y la sanidad, de cargarse la atención a dependientes… Todo promesas electorales también, pero al parecer sin peso suficiente como para sacar a relucir el peso de su color.

      Se va a incumplir una promesa electoral, y se ha armado el Belén. Ahora llegará el  llanto y crujir de dientes. No sé si podré soportar otra vez las imágenes de obispos, curas y monjas, y unas docenas de familias numerosas, detrás de las pancartas. Que además de pintoresco y anacrónico, es muy fuerte.

      No sé si va a pesar más la púrpura que los votos. Menudo dilema tiene el Gobierno católico, apostólico y romano, justo cuando está negociando que el Papa venga a presidir los fastos por Santa Teresa. Y a pocos meses de unas elecciones, que es lo que cuenta porque, como ya he relatado más arriba, los purpurados no son tantos, aunque conduzcan su rebaño con maestría y hagan mucho ruido.

      Seguro que no es éste el color del otoño que Rajoy y sus chicos hubieran elegido. Ellos siguen empeñados en el verde de los brotes, y se les cuela el morado cardenal en los desfiles. Siento curiosidad por saber cómo están viendo el tema desde otros países, en los que el peso de la púrpura es el que tiene que ser. Por Constitución.

      Yo me quedo con el cura de Macondo, el padre Nicanor, que tenía el don de la levitación e iba de casa en casa ofreciendo su espectáculo para recaudar fondos. Mucho más normal, dónde va a parar. Y no vestía de púrpura.

 

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