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jueves, 3 de abril de 2014

Desde Macondo. CINDERELLA LAW


O Ley Cenicienta, que es la traducción literal de la nueva norma que la Pérfida Albión, desde antiguo metiendo el dedo en el ojo de España, va a poner en marcha para la protección de los menores. Justo cuando desde todos los puntos del mundo mundial nos ponen la cara colorada y nos bombardean con reproches acerca del intolerable índice de pobreza infantil que nos aqueja, van los ingleses y se inventan la Cinderella Law. Para desestabilizar España, que diría Montoro.

        Cuando las familias españolas hacen malabares para dar de comer a sus hijos, los ingleses, además de quedarse con Gibraltar, dicen que no basta con alimentar el cuerpo, porque el espíritu también come. Y su alimento es el cariño. Por eso se plantean penalizar, hasta con diez años de cárcel, la “crueldad emocional” para que no haya niños que crezcan sin abrazos, sin caricias, sin sentirse queridos.

        Qué envidia. Aquí hablando de abandono escolar por falta de medios, de comedores sociales, de mantas, quien puede, porque encender la calefacción, ni pensarlo, de más de un 33 por ciento de pobreza infantil… Y al otro lado del charco, ahí mismo, exigiendo abrazos. Y haciéndolo por Ley.

        Claro que es muy importante el cariño. Pero no se come; puede que encienda el corazón, pero no la luz. Ni calienta los pies helados, ni pone libros en la mochila o un bocadillo en la tartera. Todo el amor del mundo no sirve para explicar a un niño que no puede ir de excursión, ni acceder al comedor escolar, ni estrenar chándal o tener un regalo de cumpleaños.

        La Ley Cenicienta debería aplicarse no sólo a los padres, que también, sino a los que practican a diario, y con sueldo, la auténtica crueldad emocional, la falta absoluta de empatía, de humanidad, de conciencia social. Los que niegan el alimento al cuerpo y al alma y encima se permiten criticar a los que, desde la solidaridad y el cariño, tienen la osadía de poner de manifiesto que el Estado debe actuar como madre, y no como la malvada madrastra del cuento.

        Ya lo dice el refrán, cuando el hambre entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Y son cientos de miles las casas abiertas de par en par en las que se cuela el hambre y es infinitamente difícil mantener las ventanas cerradas para que no se escape el cariño, empujado por la desesperanza y la desesperación.

        Se impone una Ley Cenicienta, con las penas más altas, pero para los padres de la Patria, los que miran hacia otro lado para no ver los platos vacíos, y además son incapaces de tender la mano o estrechar entre sus brazos a nadie. Y además niegan la evidencia.

        Igual les pasa lo que al coronel Buendía, a quien una mañana se le presentaron en casa todos los hijos que había ido dejando por el mundo, los 17 Aurelianos, que reclamaban su cuota de cariño.

 

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