Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 14 de junio de 2012

Desde Macondo. EL CIRCULO DE TIZA


Cuando el coronel Aureliano Buendía regresó a Macondo, con mando en plaza,  decidió  trazar un círculo de tiza a su alrededor para que nadie se le acercara demasiado,  a menos de tres metros. En el centro de este círculo que sus edecanes trazaban dondequiera que él llegara, y en el cual sólo él podía entrar, decidía con órdenes breves e inapelables el destino del mundo.
            Ya sabía, después de participar en todas las guerras entre liberales y conservadores, que sólo se luchaba por el poder, y su frontera imaginaria era la mejor forma de dejar las cosas claras.
           La imagen del coronel en su círculo lleva  martilleándome toda la semana, la semana del rescate, se entiende. Nuestros políticos se han trazado una burbuja no de tres metros, de tres mil años luz, y desde ahí dirigen nuestros destinos. Sin despeinarse. Ahora toca  no aparecer, ahora toca cambiar el nombre de las cosas, ahora toca engañar, o esconderse, o  mirar para otro lado, o sembrar incertidumbres, o ponerlo todo perdido de miedos.
            Eso sí, desde el interior del círculo, al que no tienen acceso los parados, las personas angustiadas, angustiadas, ese 25 por ciento de familias que viven bajo el umbral de la pobreza, los padres que no podrán pagar la matrícula de sus hijos, los enfermos que no saben si tendrán cama en el hospital recortado,  los hipotecados y futuros desahuciados, los jóvenes que buscan país al que emigrar o los maestros que se quedan sin niños a los que enseñar.
            Y poco a poco, el círculo se convierte en una fortaleza inexpugnable. Los altos muros impiden ver el exterior y dentro… Dentro no salpica nada de lo que sucede en el mundo. Los políticos no están parados-obviamente-, y no tienen hambre ni miedo a quedarse sin casa. Y hasta el peor pagado puede buscar universidad para sus hijos, o pagarse un seguro médico.
             La propia definición de su profesión, políticos, les asegura un lugar dentro del círculo de tiza que van ampliando a cada nueva dificultad. Y el mundo les queda cada vez más lejos.
             Han olvidado quién les paga, quien les puso ahí. En la perversión más absoluta del sistema democrático, han mutado la confianza en patente de corso, han cambiado el Parlamento por los decretos y al pueblo, a nosotros, en un rebaño de borregos al que hay que mantener fuera del círculo de tiza. Sin explicaciones.
            Y mientras. Macondo está a punto de desaparecer en un pavoroso remolino de polvo y escombros. Así termina “Cien Años de Soledad”.


2 comentarios:

  1. Lo suscribo, su reino no es de este mundo y han olvidado cual es la mano que les da de comer.

    ResponderEliminar
  2. Enhorabuena por este descriptivo artículo. Los círculos de tiza han existido siempre, pero tengo la impresión que este último circulo trazado lo define un linea bastante más delgada.

    ResponderEliminar