Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

domingo, 24 de octubre de 2010

¡QUE VIENE EL PAPA!

Sí, escrito, leído o escuchado de esta forma, parece que viene el coco. Menudo revuelo se está armando, por una y otra parte (tiene más razón la otra que la una, que todo hay que decirlo). Vale que es una "visita de Estado", por cuanto que Benedicto XVI es el máximo mandatario de su país, aunque sea el más pequeño del mundo; vale que la religión sigue moviendo a las masas y que estamos en Año Santo Compostelano.
Paro teniendo todo eso en cuenta, no deja de ser una visita más de las que se producen en un estado laico como el nuestro y como el de la mayoría de los países occidentales. Debiera ser algo así como el que nos visitara el Dalai Lama, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa o el Aga Khan.
Y no lo es. La pesada y milenaria maquinaria del catolicismo hace que todo se magnifique, que no haya ni visos de normalidad en lo que tendría que ser una visita normal en una sociedad democrática, pluralista y, sobre todo, madura para aceptar la multiculturalidad, la pluralidad, la diferencia en raza, sexo, costumbres, tradiciones... Y religión.
No se justifican los gastos excesivos, ni la información excesiva, ni las discusiones excesivas, ni el proselitismo ni la contestación excesivos.
Y todo eso, sin querer entrar en lo que significa el personaje que nos visita. Dejo para otra ocasión la opinión que me merece quien tapa abusos, condena el preservativo, limita el acceso de la mujer a su propia Iglesia o trata a los homosexuales como apestados.
Eso será materia de otra entrada, cuando esté de un humor diferente. Me consuela saber que esta vez no voy a cruzarme con la visita. He "sufrido" dos de estos viajes de película de los Pontífices, ambos de Juan Pablo II, antecesor de nuestro huésped de ahora. El primero fue en Madrid, con cortes de tráfico, atascos y otras cosas.
El segundo, aún me indigna cuando me acuerdo. Fue en París, hace diez o doce años. Entonces, mis acompañantes se dejaron por ver el sagrado Corazón o el interior de Notre Dame (yo ya los había visto), entre otras cosas, porque se habían cerrado para el Papa, despreciando a los miles de turistas que en el mes de agosto poblamos la Ciudad de la Luz.
Para colmo, overbooking en el vuelo de vuelta y pérdida de maletas. Había mucho jaleo con la visita del Papa. Justificación oficial de la compañía aérea de turno.
Pues eso. Que Dios y Benedicto XVI les pillen confesados. Prepárense, que viene el Papa.

domingo, 10 de octubre de 2010

Bailarinas de papel (O princesas del pueblo)

No voy a ser yo la única que no opine de la dramática situación en la que se encuentra Belén Esteban, la princesa del pueblo. Al fin y al cabo, también formo parte del pueblo y me siento "gobernada" por tan regio personaje. Aunque sea republicana y nunca haya digerido bien eso de los derechos divinos de la realeza.
Me resisto a formar parte de ese ejército de soldados de plomo dispuestos a ser devorados por el fuego para salvar a su bailarina de papel. A su princesa. Pero no hay forma. Un fin de semana en casa, con el mando de la tele pegado a la mano, medio constipada y medio depre por la llegada del otoño en toda su crudeza, y ya está...
¡Alistada en el ejército de la princesa del pueblo!
Cómo no voy a defender a la pobre desvalida que tras una vida de miserias se ve de nuevo engañada y ultrajada, ahora que había levantado cabeza, que tiene una nueva cara, un chalet impresionante, una niña con la Comunión bien tomada, un bendito marido, un programa que co-presentar y los niveles de azúcar controlados.
Sería insensible si no la defendiera con uñas y dientes, si no la votara para que emprenda una carrera política que le haga olvidar las desgracias de su día a día.. Si no dejara de lado mis ideas republicanas para rendir pleitesía a Su Alteza Belén Esteban.
Y yo no soy así. Yo soy normal, y como persona normal sufro y lloro con las desgracias de los que están en mi casa (y esta señora se cuela permanentemente en mi salón) y comparten mi vida.
Hay sesudos estudios que nos cuentan que la princesa del pueblo sacaría un importante porcentaje de votos si se presentara a las elecciones. Posiblemente. Las miserias ajenas mueven nuestras conciencias; es la mejor campaña electoral.
Nadie desconoce el nombre de Belén Esteban, y tal vez si lo vieran impreso en una papeleta electoral, lo marcarían con una cruz. Y el de Lady Gagá o el de Isabel Pantoja.
En fin, que la arena borre todo esto enseguida, porque me da vergüenza ajena. Me da gana de bajarme de este mundo al revés y buscar el de verdad, el lógico y coherente, donde los soldados de plomo descansan en las vitrinas y las princesas se quedan en las páginas de los cuentos. Donde deben estar.