Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

domingo, 10 de octubre de 2010

Bailarinas de papel (O princesas del pueblo)

No voy a ser yo la única que no opine de la dramática situación en la que se encuentra Belén Esteban, la princesa del pueblo. Al fin y al cabo, también formo parte del pueblo y me siento "gobernada" por tan regio personaje. Aunque sea republicana y nunca haya digerido bien eso de los derechos divinos de la realeza.
Me resisto a formar parte de ese ejército de soldados de plomo dispuestos a ser devorados por el fuego para salvar a su bailarina de papel. A su princesa. Pero no hay forma. Un fin de semana en casa, con el mando de la tele pegado a la mano, medio constipada y medio depre por la llegada del otoño en toda su crudeza, y ya está...
¡Alistada en el ejército de la princesa del pueblo!
Cómo no voy a defender a la pobre desvalida que tras una vida de miserias se ve de nuevo engañada y ultrajada, ahora que había levantado cabeza, que tiene una nueva cara, un chalet impresionante, una niña con la Comunión bien tomada, un bendito marido, un programa que co-presentar y los niveles de azúcar controlados.
Sería insensible si no la defendiera con uñas y dientes, si no la votara para que emprenda una carrera política que le haga olvidar las desgracias de su día a día.. Si no dejara de lado mis ideas republicanas para rendir pleitesía a Su Alteza Belén Esteban.
Y yo no soy así. Yo soy normal, y como persona normal sufro y lloro con las desgracias de los que están en mi casa (y esta señora se cuela permanentemente en mi salón) y comparten mi vida.
Hay sesudos estudios que nos cuentan que la princesa del pueblo sacaría un importante porcentaje de votos si se presentara a las elecciones. Posiblemente. Las miserias ajenas mueven nuestras conciencias; es la mejor campaña electoral.
Nadie desconoce el nombre de Belén Esteban, y tal vez si lo vieran impreso en una papeleta electoral, lo marcarían con una cruz. Y el de Lady Gagá o el de Isabel Pantoja.
En fin, que la arena borre todo esto enseguida, porque me da vergüenza ajena. Me da gana de bajarme de este mundo al revés y buscar el de verdad, el lógico y coherente, donde los soldados de plomo descansan en las vitrinas y las princesas se quedan en las páginas de los cuentos. Donde deben estar.

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