Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

viernes, 28 de mayo de 2010

VERSO Y PROSA

Durante mucho tiempo (qué tiempos), siempre que intentaba escribir lo que me pasaba por la cabeza, sólo me salían frases cortitas, lineas menguadas y musicales, como con ritmo, por muy triste que fuera lo que quería contar. y me desesperaba. Yo entonces, con muy pocos años y muchas ínfulas de escritora, quería hacer redacciones, de esas que premiaban en el Colegio y en los concursos de Cocacola.
Pero nada. Las líneas no llegaban nunca de margen a margen; se quedaban en la mitad y continuaban más abajo... Con música. Desesperante. Tenía diez o doce años y ya había devorado, casi en orden alfabético, como el Autodidacto de Sartre, todo Julio Verne, Mark Twain, los Cinco y los Siete Secretos y me andaba por Ivanhoe.
Pero nunca había leído poesía. Fue mi padre, muy experto en el arte de rimar, quien me explicó el porque de las líneas menguadas y de la extraña música del final de cada frase, que resultó llamarse rima (más o menos libre, eso si, porque no era cuestión de ponerse a medir).
Y descubrí el placer de leer poesía, y de escribirla, de dejar que los pensamientos, casi siempre tristes, eso sí, encontraran su camino hacia el papel como les diera la gana. Y estaban encaprichados en hacerlo en verso.
Ya más tranquila, sabiendo que no era un bicho raro que se expresaba como en las comedias del Siglo de Oro, encontré la senda hacia la perfecta convivencia entre el verso y la prosa. Para leer y para escribir. De hecho, creo que antes de los quince años había ganado varios concursos modestos, locales, de colegio, de instituto, casi al cincuenta por ciento con poesía y relatos.
Y así sigo, escribiendo, no ganando premios, después de muchos años, porque lo anteriormente expuesto corresponde casi a la Prehistoria.
Viene esto a cuento de lo escuchado hace pocas fechas en una de las muchas tertulias que pululan por ahí, y en la que se hablaba de la dificultad de hacer poesía frente a la "facilidad" de juntar letras para escribir en prosa.
¡Que me lo hubieran dicho a mí cuando pensaba que era marciana porque todas las líneas me salían cortas! Y eso que después, en esa etapa de repelentes que tenemos casi todos (yo por lo menos), me dio por rimar como Dios quiere y manda, y no paré hasta crear unos aceptables sonetos, según mi padre, y otras piezas ortodoxamente medidas, según las reglas de la poesía.
En fin, parezco el abuelo Cebolleta contando batallitas, y empiezo a preocuparme por esta vena exhibicionista que me ha nacido como un sarpullido (rima).
Menos mal que el viento y la arena se tragan por igual vocales y consonantes, poemas y redacciones, verso y prosa... Y estas palabras desaparecerán para siempre.

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