Nos lo han puesto a huevo. Con perdón. La semana del
santo patrón, la investidura fallida, el mes de agosto llamando a la puerta…
Pues eso, “Santiago, y cierra España”.
Nunca he entendido muy bien ese grito de guerra que
lanzaba el capitán Trueno antes de entrar en una de sus trifulcas, casi siempre
para defender a una bella dama. Una mezcla extraña, la de cerrar, la invocación
al Santo, el ruido de sables que, al parecer, pronunciaban ya durante la
Reconquista (eso lo sabrá bien Abascal), antes de entrar en batalla para salvar
España del infiel.
Tal vez sea cuestión de dónde se coloca la coma. O
de no ponerla. Y que conste que no soy la única que no lo entiende. “Ya Sancho
Panza manifestaba mis mismas dudas cuando pide a Don Quijote: ‘Querría que
vuesa merced me dijese qué es la causa por que dicen los españoles cuando
quieren dar alguna batalla, Santiago, y cierra España. ¿Está por ventura España
abierta, y de modo que es menester cerrarla?’. Y como yo, tampoco obtiene
respuesta, porque el caballero se limita a decirle, sin más explicaciones, ‘Simplicísimo eres, Sancho’.
El caso es que España está cerrada, que ha pasado,
casi, el mes de julio y que agosto suena a sopor y a todo parado esperando
septiembre. No voy a hablar más del bochorno y la indignación que hemos sentido
todos los “simples”, y que ya dura demasiado.
Y que más allá de rimbombantes declaraciones, de
supuestos enfrentamientos de altura, y digo supuestos porque a mí me parecen de
lo más zafios, y del bye bye de sus señorías hasta septiembre, ha cerrado su
España, pero no la nuestra. Desde el hemiciclo, desde los mullidos sillones o
desde sus lugares “de reflexión”, malamente se divisan los problemas de las ciudades,
de los pueblos, y no digo nada, de los hogares.
Hay que seguir asfaltando calles, y manteniendo
piscinas, y apartando un poquito de dinero para las fiestas patronales varias,
que también tenemos derecho a la diversión; y pagando las facturas de luz y
agua, y de alquiler. Y reparando el coche averiado o el aire acondicionado, que
no da más de sí.
No vendría mal que los “negociadores” se dieran una
vueltecita por sus dominios, a los que representan, por los que han sido
elegidos, para comprobar las angustias que se pasan en Ayuntamientos con
proyectos paralizados, sin saber quién tendrá que ejecutarlos finalmente, sin
posibilidad de “idear” cosas nuevas que los saquen del hoy, porque no tienen a
quien contarlas, ni fuente de financiación a la que acudir.
No se cierran las puertas del Congreso. Se cierran
muchas más y, sobre todo, se estanca el presente y se retrasa el futuro.
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