La de Pamplona, cuyos integrantes están,
por fin, donde deben estar, abrió el camino de las violaciones en grupo,
grabadas y casi retransmitidas en directo o en diferido. Y a partir de ahí,
hemos conocido unas cuantas más. Demasiadas. Grupos y grupos de descerebrados
en los que los más bajos instintos, lo que tienen entre las piernas, ocupan el espacio que debiera albergar el
seso con "s". Y eso les otorga, según ellos, patente de corso para
dejar de lado cualquier pensamiento racional.
Manda la X en el seso y se oyen demasiado
pocas voces, y no muy altas, ante semejante degradación de la sociedad.
Afortunadamente, no nos hemos resignado con el caso de la manada original, pero
han sido necesarios muchos años, muchos debates, apelaciones y demás, para
llegar a una sentencia que seguro es mejor de la que merecen.
Dicen que pasa en todas las celebraciones
multitudinarias, y que se calla. Puede que sea verdad, y que aún no conozcamos
la verdadera dimensión del horror y la aberración que suponen las agresiones
sexuales a mujeres con la excusa del jolgorio, la fiesta, el alcohol...
Da nauseas pensar que alguien se sienta con
derecho de pernada sobre una mujer, y más asco dan quienes callan, justifican y
hasta jalean a los agresores. Ya se sabe, habían bebido, la chica iba sola, era
de madrugada... O llevaba minifalda.
Las frases hechas y los clichés de siempre vuelven
a la actualidad ante la agresión a una joven de Manresa por parte de otra
“manada”. Y la historia se repite, dejando en evidencia la sociedad machista y
permisiva que aún perdura, en pleno siglo XXI, cuando todos deberíamos
afanarnos y dejarnos la piel para acabar con tanta "hombría". Con tanto macho alfa que quiere hacer méritos
en el grupo.
Es
vergonzoso que las mujeres no ocupen habitualmente las primeras páginas
de los periódicos, salvo cuando las violan o las matan. Y más vergonzoso que
estén siendo noticia recurrente por estos dramas, que acaban con su vida y con
la de todos cuantos las rodean, que las obligan a justificarse una y mil veces
y a exponerse a otras violaciones, las de su intimidad, las de su presente, y
las de su futuro.
No salen en las
portadas las trabajadoras o desempleadas, las supermadres que a duras penas
pueden compaginar su vida laboral o familiar; ni las desahuciadas, ni de las que han vuelto a
casa tras el espejismo de la emancipación, ni de las jóvenes y sobradamente
preparadas que se aferran a un mini job con mini sueldo.
Esas no
interesan a los cerebros con X, que siguen viéndolas como un pedazo de carne
que llevarse a la boca para pasar un buen rato. Algo está pasando en los
últimos tiempos. No sé si tiene que ver con la relajación de las políticas de
igualdad, si es fruto de pasados recortes en todos los recursos, educativos
también, o de la tiranía de las redes sociales.
Pero éste no es
el mundo que queremos. Quiero el mundo de Macondo con sus mujeres mágicas, con Úrsula, que dirige con mano de hierro a siete
generaciones de Buendías; con la exuberante Petra que hacía crecer la vida a su
paso, con Santa Sofía de la Piedad, que sólo existe en el momento preciso; con
Remedios, que asciende a los cielos entre una nube de flores amarillas...
Con
mujeres libres. Sin manadas ni jaurías. Con hombres con seso. Con “S”.
Qué excelente artículo
ResponderEliminarGracias