En estos primeros días de
noviembre se cumplen 50 años de Barrio Sésamo. Cuarenta en España, que siempre
vamos a remolque. No hubiera venido mal, entre tantas reposiciones más o menos
casposas, el consabido verano azul y los documentales mil veces repetidos, que
Televisión Española, la de todos, hubiera reprogramado unos cuantos episodios
del mítico programa, y especialmente de las lecciones de Coco y otros
monstruitos, que enseñaban a los más pequeños los conceptos básicos para
moverse en el mundo. Ya sabéis, arriba y abajo; dentro y fuera; cerca y lejos;
grande y pequeño…
Todo lo que parece elemental
y que, sin embargo, vamos aprendiendo a fuerza de tropezones, de caer y
levantarnos, y vuelta a empezar. Con las enseñanzas de los muñecos olvidadas,
hemos tenido que volver a reconocer que si estás abajo, le importas un pimiento
a los de arriba; que grande y pequeño no es cuestión de tamaños, sino de dinero;
que lo de rico y pobre, es un espacio cada vez más dilatado. Y que dentro de
determinados mundos no cabemos la inmensa mayoría. Quedamos fuera.
Fuera de la Ley han quedado
muchos por no poder pagar la casa en la que viven y contar con poco más de 300
euros de pensión. Ya no están dentro. Fuera, pero de la cárcel, están muchos,
con muchas causas pendientes, y con yates, casoplones y pasaporte dispuesto
para viajecitos varios.
Nos encanta que vengan
turistas, cuantos más y de más lejos, mejor. Aunque se emborrachen y causen
todo tipo de conflictos. Traen dinero. Mucho más cerca están los refugiados
subsaharianos, los de Siria o los de Libia. Pero ese “cerca” no nos vale. Los
queremos lejos. Si puede ser en el fondo del mar, un problema menos.
Queremos votantes visibles,
pero parados, dependientes, enfermos o pobres, invisibles los cuatro años
siguientes, el periodo que va hasta las siguientes elecciones. Queremos un
Barrio Sésamo a nuestra manera, donde las cosas no sean blancas o negras, sino
del color que mejor nos pinte en cada momento.
Es la ceremonia de la
confusión, en la que las definiciones no son las que vienen en el diccionario
ni las que simplificaban los habitantes del famoso Barrio para que todos las
entendieran. Claro, que tampoco habitamos en un idílico espacio en el que
primen la armonía, la solidaridad y el bien común, y en el que las risas se
eleven por encima de los gritos y lamentos.
Han pasado muchos años, y ya
es hora de reponer Barrio Sésamo. Y de recomponer el mundo.
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