Me
tiene bastante intranquila que la OCDE haya decidido no dar a conocer, de
momento, los resultados del informe PISA en España por haber detectado
“anomalías”. Uf, lo que cabe en este
término. Podéis mirarlo en el
diccionario, y hacer cábalas, como yo.
Y
me inquieta mucho más que la noticia haya pasado sin pena ni gloria. Vale que
ha sido una semana de sobredosis de información política, y que bastante
tenemos con lo que tenemos, pero esto nos
afecta también profundamente. Ya sabéis que el PISA valora la educación en
alumnos de 15 años de todos los países del mundo. Concretamente en Ciencias, Matemáticas y
Lectura. No es que en los dos primeros apartados vayamos en cabeza, pero en el
tercero, es en el que se han visto cosas raras.
En
“fluidez lectora”, que incluye, por supuesto, comprensión. Al parecer, un
“número relevante” de alumnos españoles contestaron a esta sección de fluidez
lectora de manera “apresurada”, empleando menos de 25 segundos en total para
responder más de 20 preguntas. En
comparación, los estudiantes que dedicaron el esfuerzo adecuado a estas
preguntas emplearon más de dos minutos.
El
comunicado oficial afirma que “este comportamiento anómalo”, es decir
respuestas que no reflejan el nivel real de la competencia de los estudiantes,
es más notorio en la sección de fluidez lectora y tiene mayor impacto sobre los
resultados de Lectura, aunque un análisis más profundo “podrá confirmar si ha
afectado a otras partes de la prueba”.
Algo
raro hay, que no cuela que en la primavera de 2018 nos convirtiéramos en los
más rápidos del planeta. Y no me sirve
lo que la dicho la ministra en funciones, de que ero era cosa del PP. Porque es
cosa de todos, y debiera preocuparles muy seriamente.
No
es descubrir América el reconocer que nuestros jóvenes no leen lo suficiente.
Ni tan siquiera lo mínimo. Que muchos se
quedaron varados en Caperucita Roja o Los Tres Cerditos, y solo han tocado
papel, y a duras penas, con los libros de texto.
Pero
algo habrá que hacer, empezando por seguir muy de cerca el informe PISA y sus
consecuencias. Soy de la generación que
tuvo que leer por obligación, y que tuvo la suerte de que se convirtiera en
devoción. De las que en el colegio, en
el instituto, y también en casa, consideraban la lectura, la comprensión de lo
leído, como imprescindible para
comprender el resto del mundo. Y que lo
sigue intentando.
Más
allá de comparaciones, de mirar con envidia a los países asiáticos que copan
los primeros puestos en cualquier informe, en el PISA también, creo que
noticias como ésta deberían ser tema prioritario de conversación, porque no
hablamos de una prueba del año pasado. Ni siquiera de presente. Hablamos de futuro.
Burlar
a la OCDE, si es que es eso lo que ha pasado, no nos hará más listos, ni más
competitivos; no mejorará nuestra situación en un mundo que cada vez exige más
y reclama a los mejores en todo. Y para eso, para estar arriba, hay que leer.
Sin excusas.
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