La
Navidad llega cada vez más pronto, con todos sus símbolos y su parafernalia. En
pocos días veremos a los pajes de los Reyes Magos a las puertas de los grandes
almacenes o junto a los belenes municipales; y a infinidad de réplicas de Papa
Noel, Santa Claus, San Nicolás, que todas las ayudas son pocas, afanándose en
recoger las cartas que los pequeños les entregan con ojos brillantes. Y preguntando
el consabido ¿te has portado bien? No te preocupes, que no hemos cargado carbón
para los niños buenos.
Yo
también escribía cartas. Y no recuerdo ni una sola vez en que lo que encontraba
a los pies de la cama se pareciera, siquiera mínimamente, a las peticiones que
había escrito en la misiva, con mi mejor letra y rotulador rojo, para que se
viera bien.
Cada
año pensaba igual. La carta no ha llegado a tiempo; los arenales están muy
lejos, y no digamos nada de Laponia. Pero he crecido. Y el mundo ha cambiado. Se
acabaron las cartas. Y, por supuesto, se acabaron los reyes, gordinflones
diciendo “ho,ho,ho” y demás zarandajas.
He decidido mandar un e-mail (que es
más rápido y puedes comprobar que ha llegado), y hacerlo a quienes, de verdad,
pueden traernos regalos o, cuando menos, cualquier cosa que haga nuestra vida
más fácil. O menos dura.
Eso,
hoy por hoy, sólo está en las manos de nuestros políticos, los que rigen
nuestros destinos aquí en la tierra, a falta de que se demuestre que hay una
vida mejor en el cielo o en otro planeta. Ya no es tiempo de cartitas pidiendo
minucias, como los Juegos Reunidos Geyper, el Mecano o la muñeca de moda que
hace de todo.
En
un e-mail caben muchas más cosas, que puedes adjuntarle todos los documentos
que te dé la gana. Y con acuse de recibo, para que luego no digan que no sabían
lo que de verdad queremos, lo que necesitamos, ahora que están en plena
negociación. Que tampoco es tanto. Un
trabajo decente y suficientemente remunerado, poder pagar la luz o la hipoteca,
lo mínimo para que los niños coman y vayan al cole con dignidad, que se
garanticen las pensiones, que se desbloqueen de una vez las leyes que duermen
en el limbo…
Vamos,
casi como cuando te encontrabas con un pijama y unos calcetines, que
bienvenidos sean, pero que te dejaban con esa cara de tonta…
Es
tiempo de adelantarse a las navidades y mandar ese e-mail de esperanza. El que
no pueden dejar de contestar, porque es de Justicia. El que no puede ir a la
carpeta de spam, porque llevamos demasiado tiempo con nuestros anhelos
almacenados como correo basura.
Decidido,
hoy mismo me hago con las direcciones. Destinatario: el presidente en funciones, con copias a todos y cada uno de los
grupos políticos, que nadie sabe cómo acabará esto. Asunto: Esperanza. Y en
el texto,
pues eso, que no traigan carbón ni recortes, que no haya nadie sin pan ni
techo. Ni sin medicinas o dinero para pagar estudios, ni con salarios de
hambre. Ni sin ningún salario. Y poco más, porque si el correo pesa mucho, lo devuelven
o se pierde en el ciberespacio.
Voy
a hacerlo ya, que aquí, en el remoto Macondo no siempre hay buena cobertura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario