Si hablamos de clima, y de “La Niña”,
todos pensamos por escasos que sean nuestros conocimientos de meteorología y
corrientes marinas, en esa fase fría o segunda parte de “El Niño”, que tantos
disgustos da en el Pacífico sudamericano.
Desde luego, no pensamos en una menudita
pre-adolescente, pecosa y con largas tranzas, vestida de una forma un tanto
estrafalaria, como su “paisana” sueca Pippi Calzaslargas, aunque sin mono y sin
caballo de lunares. Y sin embargo, Greta
Thunberg nos ha demostrado, después de avergonzarnos y abochornarnos, que tiene
más fuerza que las corrientes y los ciclones y, por supuesto, más decisión y
más conciencia que todos los gobiernos del mundo juntos.
Greta, que tiene Asperger, un tipo de
autismo que dificulta las relaciones sociales, “pero que puedo gestionar”, decidió hace unos meses, cuando Suecia vivía
el verano más caluroso en 262 años de registros oficiales y los incendios
devoraban los bosques, que había que hacer algo más que estudiar el cambio
climático en la escuela. Y aunque tiene claro que “No deberíamos tener que faltar a clase por luchar contra el cambio
climático”, se plantó con una pancarta frente al Parlamento y ahí estuvo todo
el día, y el otro y el otro…
Al principio,
sus compañeros de clase no aceptaron la huelga; pero su determinación caló
dentro y fuera del país. Son los viernes de justicia climática, en los que
miles de jóvenes, de Australia a Estados Unidos, a numerosos países de Europa,
se están empezando a movilizar, mientras los gobernantes miran impasibles cómo
se acumula el plástico en los océanos, cómo se derrite el hielo y sube el nivel
de los mares; cómo escuchamos un día sí y otro también las anomalías en la
floración de los árboles, en la emigración de las aves, en la desaparición de
las abejas o de decenas de especies animales, confundidos o expulsados de sus
hábitats naturales por la infame mano del hombre.
Es terrible
que tengan que ser chavales como Greta quienes den la voz de alarma, la de
verdad, más allá de los sesudos informes, recomendaciones y demás, que van
directamente a la papelera, porque nadie los toma en consideración. No es tan
difícil, desde nuestra edad madura,
entrar en la cabeza de estos chicos y chicas que, con toda la vida por delante,
ven aterrados cómo se quedan sin bosques, sin peces, con mares y ríos sucios y
ciudades en las que cada vez es más difícil respirar.
Y se nos acaba
el tiempo. Greta Thunberg tardó casi 40 horas en llegar a Davos en tren, que
contamina menos que el avión, mientras que los asistentes a la cumbre fletaron
1.500 jets privados. Espero que al menos les tocara las conciencias la
reprimenda enérgica de la chica sueca, “Nuestra biosfera está siendo sacrificada
para que los ricos de países como el mío puedan vivir lujosamente; pero el
sufrimiento de muchos está pagando los lujos de unos pocos”.
Y su exigencia
final: «Quiero que entréis en pánico y
que actuéis como si nuestra casa estuviera en llamas. Porque es así».
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