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jueves, 24 de octubre de 2019

Desde Macondo. CACHORROS


Durante la larga semana que Cataluña, Barcelona especialmente, ha permanecido instalada en mi cuarto de estar (y lo que te rondaré morena, que no parece dispuesta a irse), me han llamado la atención muchas cosas.  Por supuesto que los fuegos, las cargas policiales, las barricadas, las carreras, la ingente masa de personas que, más allá de las guerras de cifras, son muchísimas…
Y los jóvenes jovencísimos. Casi cachorros.  Creo que fue el viernes, la noche más salvaje,  en la que era casi imposible despegarse del televisor, cuando me entretuve en mirar caras de los supuestos independentistas colocados en las primeras filas. De sus idas y venidas buscando el cuerpo a cuerpo con la policía. Tapados  algunos;  a cara descubierta otros. Sudaderas con capucha, vaqueros y deportivas a la última. Vamos, el uniforme de cualquier botellón en cualquier punto del país. El mismo que visten, en su casa, en los parques o los patios mientras manejan con pericia la tablet o el móvil.
Pues eso, que cada vez que me detenía en la pantalla veía caras parecidas. Dos chicas monísimas, de melenas largas y sudaderas claras, blanca y amarilla, quiero recordar, dirigían con soltura a un grupito, vamos por aquí, venga, venga, venga, y avanzaban y retrocedían al ritmo que se iban colocando las Fuerzas de Seguridad, no sé si mossos o policía.
No soy buena calculando la edad, pero si me preguntaran, diría que 15 ó 16 años. Como todo el grupito en el que se integraban. He leído después que entre los detenidos había bastantes menores, y me he acordado de las chicas, de las cachorritas de la noche trágica de Barcelona.
No sé que las mueve. Ni a ellas ni, por ejemplo a los chavalitos y chavalitas que copan los mítines de VOX y que ponen los pelos de punta coreando consignas que seguro no entienden, porque es imposible que con tan pocos años y tan escasas vivencias se acumule tanto odio.
Desconozco sus familias, su nivel de frustración. Puede que sea otra forma de hacer botellón, de descargar adrenalina, de ganar posiciones y liderazgo en el grupo. Pero me asustan estos cachorros que se integran en una manada que no les corresponde y en la que nunca encontrarán un sitio.
Porque no es el suyo.

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